Morir de éxito también es morir

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Corría el mes de septiembre cuando decidí, por primera vez en todos estos años, que no era el momento de volver al blog. Que no podía ni debía retomarlo aún. Para alguien como yo, más papista que el Papa, no fue una decisión fácil. Sentía que estaba cayendo en una incoherencia profunda, que estaba traicionando todo eso que he venido promulgando por aquí durante tanto tiempo. La constancia. La regularidad. La frecuencia…

Para entonces, yo andaba convertida en una suerte de Rapunzel de barrio. Después de un año y medio trabajando a destajo, sin encontrar un par de horas para ir a la peluquería, mi pelo ya había llegado a la zona alta del culamen y amenazaba con estrangularme en un descuido nocturno. Yo creía que en verano al fin podría descansar y hacer todas esas cosas que llevaba meses posponiendo por culpa de mis jornadas maratonianas: cortarme el pelo, matar al mostruo de pelusas que había empezado a vivir debajo de la cama, llevar el aceite usado a un punto limpio, ordenar el trastero y mi vida… Lo normal. Pero no. No fue así. Había una maraña de trabajo formándose en la sombra: clientes cuyos proyectos requerían más atención de lo que parecía en un principio, problemas técnicos, retrasos, favores, cambios de planes, propuestas golosas inesperadas… Total, que me he pasado el verano, a grosso modo, picando piedra y sudando la gota gorda. Así que cuando llegó la fecha de volver al blog, yo no sólo no había desconectado, me había quemado. A lo loco. Nivel monumento fallero sobre volcán en erupción, al grito de dracarys.

Lo curioso es que durante todos estos meses, cada vez que alguien me preguntaba cómo me iba y le contaba que tenía muchísimo trabajo, siempre me decían lo mismo: «qué bien, estarás súper contenta, eso es señal de que tienes éxito». Pero yo no me sentía contenta, ni exitosa y ni siquiera persona la mayor parte de los días. Tener una alta demanda nada tiene que ver con el éxito. Al menos con mi concepto de éxito, que está más relacionado con el exquisito placer de no hacer nada de vez en cuando, con quedarse en las nubes sin prisa alguna por volver a bajar, con mimar ese trocito de ti que aún queda en pie a pesar de los años, las cicatrices y los tsunamis emocionales  y con dedicar tiempo de calidad a la gente que te quiere y te hace feliz. Si no puedes disfrutar de eso… el resto no sirve de nada.

Así que por una vez en la vida, me he permitido no tener prisas y llegar tarde. O en el momento perfecto, según se mire. Porque es ahora y no antes cuando puedo disfrutar de volver a darle a las teclas. Despacito y con buena letra. Pero, sobre todo, con la lección bien aprendida. Y es que morir de éxito también es morir.

Vivamos pues.

 


P.D. Esto es sólo una mínima parte de lo que he aprendido y quiero compartir contigo. La semana que viene comienzan los posts habituales sobre marketing, en la línea de siempre. Vamos, que vuelve el blog, vuelven las newsletters de los miércoles y vuelve la croqueta del mes. Sí, ¡ya sabes! Esa entrega mensual para suscritos en la que te regalo una ilustración y un podcast. Así que si aún no estás suscrito, no me tardes, que arrancamos ya.

 

¡Hasta la semana que viene!

 

 

18 comentarios

    1. A estas alturas de la película me conformo no ya con un punto y seguido, ¡sino con un punto y coma! Jajajajaja. ¡Un beso!

  1. Coincido contigo, pero, ten en cuenta que, aunque la mayoría de la gente te diga que lo entiende, no es verdad. Ya he pasado por ahí y han pasado un par de años hasta que simplemente no me ha importado.

    Suerte. Estoy segura de que conseguirás ese éxito que buscas.

    Besitos

    1. ¡Toda la razón, Laura! Esto sólo lo entienden de verdad los que han estado en una situación similar. Tengo gente que no comprende cómo puedo tener semejante agobio trabajando por mi cuenta. Es más, hay quien ni siquiera lo considera un trabajo de verdad. Yo les daba a todos una semana en la piel de un autónomo… ¡Estoy segura de que no llegaban cuerdos ni al segundo día! ¡Un beso grande!

  2. Bienvenida y Deseada Vuelta
    Como dices en el momento perfecto para ti y por tanto para el resto…
    Te hemos echado de menos pero te queríamos ver bien y si ha habido que esperar pues Bendita Espera
    Que poquito a poco logres el equilibrio
    Besitos

    1. ¡Muchas gracias, Judith! ¡Yo sí que os he echado de menos! No sabes lo que se agradece volver así, con tanto mensaje de cariño. ¡Un beso grande!

  3. Ay, Susana.

    ¡Cuánto te he echado de menos! Sin ti mis miércoles empezaban a ser más aburridos.

    Me alegro de que estés de vuelta y con las ideas más claras.

    Y lo de «ordenar el trastero… y la vida» ¡lo has clavado!

    Aquí tienes un fan incondicional que siempre que puede habla de ti (para bien, eh) y no para que mueras de éxito ;-).

    1. ¡Hola, José Antonio! ¡Qué alegría leerte! Muchísimas gracias por este recibimiento… ¡así da gusto volver!

  4. Susana, es que me chifla tu forma de hablar y comunicarte y sí, tienes toda la razón, para mí el concepto de éxito es: ingresos pasivos, o lo que yo resumo como: que me paguen por estar tumbada en una hamaca cerca del mar tomándome un buen vaso de zumo de naranja recién exprimido.

    Un abrazo enorme y si necesitas un poco de tiempo para ti y para disfrutar de tus series, no me importaría recibir alguno de tus clientes jajaja (es broma, o no)

    1. Jajajajaja, me parto. Mándame un mailcito cuando puedas y cuéntame qué tipo de proyectos sueles hacer, que siempre viene bien saberlo por si veo que hay algo con un perfil que encaja. ¡Un beso!

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¡Hola, caracola!

Si es la primera vez que vienes por aquí, me presento: soy Susana, una publicista con una cámara pegada en la mano. Éste es el lugar desde el que comparto todo lo que sé sobre comunicación, marketing y publicidad (y sobre donuts, mi madre, lo divino, lo humano…). Quédate un rato conmigo; ¡las risas están aseguradas!

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