Tener la esperanza muerta

Querida amiga, Lorca escribió que “el más terrible de todos los sentimientos es tener la esperanza muerta”. Y sí, estaba escribiendo sobre un sentimiento universal, pero bien podría referirse a la realidad de muchísimas emprendedoras de 2025.

Esas mujeres talentosas que se han dejado la piel pero que cuando hoy abren el portátil, las puertas de sus estudios o las persianas de sus tiendas, sienten que dentro ya no hay luz. Esas mujeres que miran su negocio como si fuera una habitación a oscuras en la que saben dónde está cada objeto y cada mueble, pero en la que no pueden parar de tropezar una y otra y otra vez.

Hablemos de esto porque, cuando la esperanza parece un cuerpo frío, se necesita algo más que frasecitas motivacionales que, en el fondo, solo dan ganas de llorar. Se necesita más OXÍGENO y menos eslóganes de taza de desayuno.

Cuando la esperanza se apaga, es importante que entendamos por qué, que le hagamos una especie de autopsia rigurosa a esa llama, a esa ilusión que se nos ha ido a otro barrio.

Yo estoy convencida de que la esperanza casi nunca se nos derrumba de un día para otro. Creo que se va deshilachando. Como un retal que se va deshaciendo hasta que ya no hay un hilo que sostenga la tela.

Primero desaparecen esas chispas pequeñitas: la curiosidad que te hacía entrar en Instagram a mirar ideas, el gusto por escribir un email bonito, la ilusión por un detalle en tu web. Eso, de repente, ya no está. Porque, claro, ese email, ese detallito, esas ideas… te cuestan una cantidad ingente de tiempo al que no le estás viendo apenas retorno.

Y en ese momento, aún no te das cuenta del problema pero sabes que algo te falta. Así que empiezas a agarrarte a todo lo que puedes para seguir trabajando: la motivación, tu responsabilidad, el compromiso, el miedo a volver a tu vida anterior si esto no sale…

Pero un día te sorprendes pensando que te da igual el email bonito, “con que salga, vale.” Y cada vez que algo te da igual, siento que tu hilo se deshilacha un poquito más.

A veces, es muy complicado detectarlo a tiempo porque no todo es un desastre. Siempre hay pequeñas alegrías. Pero muchas menos de las que necesitas. Y te vas anestesiando sin darte cuenta. Esas alegrías ya no te mueven como antes porque el pago por ellas es demasiado grande. Y poco a poco viene el apagón.

Es una especie de tristeza sutil mezclada con un cansancio que no se va ni durmiendo 24 horas. Un sinsabor, una desmotivación, unas ganas de que se pare el mundo e irte a una isla desierta a respirar… Es como si el negocio se estuviera asfixiando y te sintieras tan perdida que ya no supieras por dónde tirar para revivir un jardín que cada día parece más marchito.

Hablemos de ese jardín. Siento que es la comparación perfecta.

En un negocio, como en un jardín, todo está conectado: la tierra, la luz, las flores…

Si una parte se debilita, el resto también lo nota. Vamos, que nuestro jardín se descompensa. En ese jardín…

  1. La tierra fértil es el vínculo con tu público.

    Es lo que alimenta tus raíces, el lugar donde crece la confianza, la conversación, el cariño.

    Sin tierra fértil, ahí no puede crecer nada. Puedes plantar mil semillas, pero no va a suceder nada después.

  2. La luz es la visibilidad.

    Es lo que hace que tu trabajo sea visto y descubierto por personas nuevas. ¡Es muy importante! Sin luz, todo lo que haces se queda pálido y en silencio porque no hay casi nadie al otro lado. Y llega un momento en que el esfuerzo deja de tener sentido, porque nadie lo ve florecer.

  3. Las flores son la venta.

    Son la prueba de que todo el sistema está vivo, la parte visible de un proceso mucho más profundo.

    Y ya sabemos lo que le pasa a un jardín sin flores: que no prospera.

Cuando las tres partes están equilibradas, ese jardín crece con naturalidad y buen ritmo. Pero cuando una de estas partes se debilita, nuestro jardín empieza a languidecer.

  • Si falta luz, tus esfuerzos no llegan a nadie nuevo, y sientes que le hablas a la nada.
  • Si la tierra se endurece, tus vínculos se enfrían y hasta tus clientas más fieles terminan alejándose.
  • Y si las flores no brotan, cada intento de vender se convierte en una lucha que te deja más cansada que feliz.

Así que antes de rendirte o de buscar una fórmula mágica, detente y mira tu jardín. Observa en qué parte no están creciendo las flores, dónde se ha endurecido tu suelo o qué zona se ha quedado en la sombra.

Porque cuando descubres qué parte necesita cuidados, el resto es un poquitín más fácil.

Así que sí: en los próximos minutos quiero que miremos juntas tu jardín. Y para eso, voy a proponerte un diagnóstico rápido, casi como el que haríamos en una ambulancia de camino al hospital. Voy a hacerte tres preguntas, una por elemento de tu jardín.

  • Visibilidad: ¿Cuánto hace que no te descubre gente nueva y se queda contigo? No me refiero a números abultados, me vale con un puñado de personas a la semana. Si ni siquiera lo recuerdas, entonces me temo que la luz en tu jardín es un poco pobre, que la gente ha dejado de verte, de encontrarte.
  • Vínculo: ¿Tu comunidad reacciona, conversa, guarda, comparte, te escribe? Y más importante aún: ¿tú sientes ganas reales de hablarles, no solo de “publicar porque toca”? Si todo esto te suena a eco, el vínculo está frío. Tu tierra ha dejado de ser fértil para que crezcan tus flores y toca volver a nutrirla.
  • Venta: ¿Tienes una forma de vender que no te exija un maratón emocional cada vez? ¿Existe una oferta pequeña, clara y fácil de entregar que funcione sin pirotecnia? Si solo vendes cuando te dejas la piel, tus flores crecen con demasiado esfuerzo o directamente están dejando de florecer.

Muchas veces pensamos que todo nuestro negocio está roto cuando solo es una parte que está afectando al resto. Pero solo si sabemos ver exactamente qué es lo que está mal podemos empezar a poner en marcha soluciones concretas.

Y hablando de las soluciones, no tienes por qué dar desde el principio con la gran solución que lo arregle todo. Me gusta imaginar este “negocio enfermo” como una persona que va en una ambulancia. En esos primeros momentos no se busca una cura para todo, se hace una primera intervención. Algo que te permita llegar con vida al hospital, salir adelante mientras, en paralelo, sigues trabajando en esa gran cura.

Pero cuando tenemos la esperanza por los suelos, muchas veces nos empecinamos en buscar el gran plan perfecto. Esa estrategia súper ambiciosa que lo arregle todo de una vez. Y precisamente en esos momentos no damos para tanto. Debemos centrarnos en una reanimación de emergencia, en crear un primer movimiento.

Si lo que te está fallando es la visibilidad, quizás es el momento de simplemente probar un formato nuevo. Si te estás chocando una y otra vez contra el mismo muro, entra por otra puerta.

  • Por ejemplo, puedes probar a hacer colaboraciones cruzadas con cuentas que compartan valores y público afín. Una a la semana, durante 6 semanas.
  • Incluso puedes hacer una serie completa de contenido pero que sea colaborativa entre varias creadoras.
  • También puedes intentarlo con el guest content, es decir, aparecer en la newsletter o podcast de otra persona con una historia útil que solo tú puedes contar.
  • O puedes crear una pieza “imán” al mes. En vez de publicar cien contenidos tibios, céntrate en uno que merezca mucho la pena: un tutorial impecable, una historia que traspase la pantalla, un recurso práctico de verdad… Lo mejor que puedas hacer ahora mismo con lo que tengas, aunque tardes más. Lo demás puede ser más ligerito.
  • Por supuesto, la opción de pagar publicidad siempre está ahí. Pero en general se trata de pensar fuera de la caja y poner en práctica acciones específicas, con los recursos que tú tengas, que te funcionen a nivel visibilidad, incluso sin son cosas que pocas personas hacen. Lo importante es que te funcionen de verdad. Puede ser algo tan simple como activar tu propio bucle orgánico de distribución humana. ¿A qué me refiero con esto? Elegir cada semana a unas pocas personas de tu comunidad (cinco, diez… no hace falta más) y enviarles un contenido nuevo antes de publicarlo del todo: un reel, un fragmento, una idea que estés preparando. Pregúntales qué les despierta, qué les parece, si lo entienden, si les remueve algo… Esta interacción humana real, sin automatismos, va a generar dos cosas poderosas:
    • primero, un feedback súper útil y rápido, que te va a ayudar a afinar mejor tu mensaje;
    • y segundo, movimiento. La mitad de esas personas acabarán compartiendo o interactuando de algún modo con tu contenido cuando al fin lo publiques, o hablando de ti en sus propios espacios.

Esto, para el algoritmo, es una señal muy clara de interés temprano, así que va a amplificar tu publicación más de lo habitual. Y todo gracias a conseguir que unas cuantas personas miren lo que haces con atención sincera y, de paso, con un poquito más de cariño.

  • Otra posibilidad que muchas veces olvidamos es trabajar la visibilidad lateral: aparecer donde no se te espera.

Consiste en cruzar mundos. Si trabajas en marketing, puedes hablar una vez al año en un espacio de creatividad o bienestar.

Si vendes cursos para emprendedoras, puedes contar tu experiencia en una cuenta de maternidad, de slow life o de artesanía.

Salir del nicho te da exposición ante públicos que aún no han oído tu mensaje.

Es como plantar flores en los caminos secundarios del jardín: la gente pasa, ve color, sigue el rastro hasta tu puerta ¡y se encuentra contigo!

Hay mil posibilidades. Simplemente elige una, ponla en marcha y analiza si hay mejoras.

Peeeero la visibilidad no es lo único que puede estar fallando en nuestro jardín. El vínculo con tu público también puede secarse. Y en ese caso, las opciones son igualmente muy numerosas.

  • Por ejemplo, puedes probar una semana de cartas cortas. Imagínate: cinco días, cinco mensajes íntimos a tu comunidad. Ojo, no serían newsletter orientadas a la venta. Serían cartas íntimas con un hilo conductor.

  • Puedes crear un ritual que puedas compartir con tu comunidad una vez a la semana. A fin de cuentas, la repetición construye presencia. Y la presencia es vínculo.

  • También puedes iniciar una serie “detrás del telón.”

    Una vez al mes, muestra algo que normalmente esconderías: un boceto fallido, un prototipo descartado, un texto que cambiaste al final, una pieza que no salió como querías. Esto genera una conexión profunda porque el fallo, el intento, el sudor y la herida conectan mucho más que el resultado perfecto.

Quédate con la idea de que sin conversación, no hay comunidad. Y sin comunidad, no hay negocio que aguante la intemperie.

Pero ahora vayamos a la venta. Porque podemos tener visibilidad y un buen vínculo y, aun así, que se nos resistan las ventas, que no lleguemos a facturar lo necesario para que nuestro negocio sobreviva. Si estás en ese punto, es el momento de tomar acciones rápidas.

Ojo, no te propongo grandes campañas en las que hagas una apuesta arriesgada, que sean un todo o nada. Más bien se trata de poner en marcha pequeñas acciones de venta que inyecten oxígeno a tu negocio para que más adelante puedas coronar cumbres más altas.

  • Por ejemplo, puedes crear una oferta de impulso. Algo pequeño, puntual, concreto y con efecto inmediato, pensado para recordarle a tu público lo que se siente cuando te compra a ti. Si vendes servicios, puede ser una sesión breve, una revisión, un recurso descargable que resuelva un microproblema… Si vendes producto, puede ser una edición limitada, un pack sorpresa, una pieza que no va a volver, una reedición de algo que se agotó anteriormente…

El objetivo no es aumentar mucho los ingresos de golpe (ojo, que si esto pasa, genial), sino reactivar el flujo de compra y la sensación de movimiento. Y es que cuando volvemos a escuchar el sonido de una venta, por pequeña que sea, la esperanza se nos endereza un poquito.

  • También puedes implementar una microacción de venta mensual. Una semana al mes, elige un producto o servicio que quieras mover y añade algo especial solo para quienes compren durante esos días: un regalo, un detalle extra, un envío gratuito, una pequeña sesión, una personalización.

No tiene que ser algo grande, solo algo que aporte sensación de oportunidad y recompensa.

Este tipo de incentivos suelen ser un empujoncito suave para tus ventas, que no te agota a ti ni a tu público.

  • También puedes activar una “puerta de entrada inmediata.”

Se trata de elegir tu producto o servicio más sencillo (ese con el que la gente suele empezar contigo) y convertirlo por unos días en protagonista. Pero no basta con dejarlo bien visible:

  • Recuérdalo en Historias (por qué nació, cómo lo creaste, para quién fue creado, qué transforma).

  • Muestra ejemplos reales de cómo ha ayudado o qué ha provocado en otras personas.

  • Y añade algo para la ocasión: una nota personalizada, un envoltorio especial, un acceso rápido…

    Se trata de conseguir que tu cliente potencial reenfoque su atención unos días en algo que le es muy fácil adquirir.

Podríamos seguir hasta el infinito porque, si nos ponemos creativas, hay muchas soluciones dependiendo de cada tipo de negocio.

Pero al final se trata de reducir momentáneamente la escala con la que hacemos las cosas para retomar el pulso con pequeñas victorias.

Cada una de ellas es oxígeno del bueno para nuestro jardín.

Lorca tenía razón: de todos los sentimientos, el más terrible es mirar hacia dentro y no encontrar esperanza. Por suerte, ya sabemos que la esperanza es huidiza pero también testaruda. Se esconde, se hace la dormida, se queda fría, se va a vivir a los rincones más lejanos… Pero basta un movimiento mínimo para que salga de su escondite.

Alguien que te descubre y que te escribe porque le encantas, sentir de repente el calorcito de tu tribu, una venta que llega cuando menos lo esperas…

Creo que la mayoría de las emprendedoras nos pasamos la vida montadas en una noria emocional. Y es normal, nos importa tanto lo que hacemos, le entregamos tanto cuerpo, tanta alma, tantas horas, tanto corazón… que es imposible no venirse arriba y abajo con los vaivenes del negocio. Pero quiero pensar que siempre hay un camino para volver arriba, a la parte alta de esa noria. Siempre hay un cuidado que le devuelva la vida a nuestro jardín. Llámame soñadora o estratega. O mejor, llámame las 2 cosas porque siento que la estrategia es el hilo con el que debemos coser nuestros sueños.

La cuestión es construirle una casa a la esperanza en la que siempre quepan más historias. 

O levantar una valla alrededor de un jardín en el que no paren de crecer las flores. Y en el que siempre nos espere una primavera en la que todo empiece de nuevo.

Recuerda que también tienes la opción de escuchar estos episodios en mi podcast en vez de leerlos. ¡De hecho, te lo recomiendo porque la experiencia es mucho más potente!

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