Volver sin drama

Querida amiga:

Hoy vamos a entrenarnos en el arte de volver. ¿Volver a dónde?, te preguntarás. Deja que te ponga en contexto.

Siento que este episodio forma una trilogía con los dos anteriores. La trilogía de septiembre (y todo lo que este mes nos mueve).

En el primer capítulo de esta trilogía (el episodio 57, por si lo quieres buscar), te hablaba de las listas infinitas de septiembre y de cuestionarnos si queremos todo eso realmente. Fue el episodio de lo que no quiero.

En el siguiente, el episodio 58, te animaba a hacerte esta pregunta. ¿Cómo quiero lo que quiero? ¿Cómo quiero que sea mi vida mientras lo consigo? ¿A qué no estoy dispuesta a renunciar en el intento?

Fue el episodio de LA COHERENCIA en mayúsculas. Y cuando digo “coherencia en mayúsculas”, me refiero a vivir con una brújula encendida, a tomar decisiones que, incluso si incomodan, te acercan a lo que de verdad te importa. Es esa clase de coherencia que se nota más en cómo descansas que en lo que produces. Esa es la coherencia que busco.

Hoy vamos a dar un paso más.

Verás, tú no te mantienes coherente porque lo decidiste un día y ya. Eso es una fantasía.

Lo cierto es que siempre hay pequeños desvíos del camino de la coherencia.

Te prometes apagar el ordenador todos los días a las seis, pero se te cuela una movida urgente en tu bandeja de entrada y te quedas hasta las ocho.

Te prometes evitar distracciones, pero abres WhatsApp para leer un mensaje por si es urgente y, de repente, llevas 20 minutos viendo Reels de gente que ni conoces.

Te prometiste hacer una acción de ventas especial cada mes para mejorar la recurrencia de tu facturación, pero la semana pasada te dio un bajón emocional y lo has aplazado para el mes que viene.

Te comprometiste contigo misma a publicar al menos 2 veces por semana en Instagram, pero te has bloqueado y ahí tienes tu feed acumulando polvo de nuevo.

Ay, amiga, el camino de la coherencia no es tan lineal como nos gustaría.

Por eso creo que en vez de perseguir una utopía, deberíamos cultivar el arte de volver a elegir lo que queremos cuando inevitablemente resbalemos.

El arte de volver, del que te hablaba al principio.

Y no con la frente marchita, sino con la frente despejada, como quien vuelve de una siesta y no de una guerra.

Vamos a dejar de centrarnos en que nos hemos desviado y vamos a entrenar el músculo del regreso, que es lo que importa. ¡Y lo que más cuesta! Porque mira que es fácil desviarse, pero qué trabajito cuesta encontrar el camino de vuelta.

Yo me lo imagino como un castillo de naipes. Se cae una carta y se caen todas. Nos saltamos un día de nuestro plan en Instagram de publicar dos veces a la semana y es como si se abriera la veda de la impunidad. Si me salto un día, me puedo saltar dos. Si me salto dos, me puedo saltar tres. Y bueno… ya sabemos cómo sigue esto, ¿verdad? Cuando te das cuenta, tu último post era un meme de un gato de 2021, y volver se te hace bola.

¿Qué digo bola?

Se te hace bala de cañón. O bola de demolición. O un mundo entero.

Ese tipo de BOLA.

Y entonces piensas que si vas a volver, tienes que hacerlo a lo grande, con un contenido de infarto, con un plan perfecto… Y ahí es cuando te pierdes.

Vas cuesta abajo y sin frenos, de camino al bloqueo, y lo sabes. Pero no puedes evitarlo: es el pez que se muerde la cola. Cuanto más tiempo llevas sin publicar, más te presionas para volver con algo muy bueno, más te bloqueas, más tiempo pasa… Y vuelta a empezar.

Te pongo el ejemplo de publicar en Instagram, pero funciona igual con cualquier otro desvío de tu camino. Una vez que te sales, la presión por volver va en aumento. Y eso es lo que hace que volver sea realmente difícil.

Por cierto, aprovecho para contarte que en el caso concreto de Instagram, he creado un plan de rescate gratuito que se podrá conseguir solo durante una semana.

Es un plan de 7 días con propuestas concretas de contenido diseñadas para romper el hielo, calentar la relación con tu audiencia y hacer que tu contenido empiece a moverse otra vez. Si llevas un tiempo publicando poco o nada, si notas tu audiencia fría o si estás en un bloqueo creativo, creo que te puede venir muy bien.

Te dejo los detalles en la parte escrita.

Pero ahora sigamos.

Está claro que si desviarse es inevitable, tenemos que entrenar nuestro músculo de regreso. Pero ¿cómo se consigue eso?

Los expertos hablan de la recompensa inmediata.

El cerebro ama mucho más la dopamina que las buenas intenciones.

Si cada vez que eliges regresar a tu camino (sea el que sea: dejar el móvil, apagar el ordenador, planear esa acción de ventas mensual que te dé más estabilidad, levantarte media hora antes para entrenar y dejar de destrozarte el cuerpo delante del ordenador…), te das un micro-placer inmediato, tu sistema nervioso aprende a asociar «volver» con «bienestar».

Quizás te lo he contado ya en alguna ocasión: tengo un problemita con el chocolate. Si por mí fuera, lo comería todos los días, a todas horas. Siento que la vida, el mundo, las personas y los correos de Hacienda son mucho mejor con chocolate. Y no, no es solo una cuestión de placer gustativo.

El chocolate es mi benzodiazepina. Es mi bote salvavidas. Es mi chaleco antibalas. Y es mi cargador portátil.

Todo eso cabe en un par de onzas de cacao al 85%, fíjate.

La cuestión es que durante mucho tiempo yo usaba el chocolate para ese momento de la tarde en el que estás cansada pero quieres seguir trabajando. Lo usaba para aguantar un poco más, para consolarme.

Un cambio muy pequeño pero que me ayudó enormemente fue el de empezar a usar el chocolate como recompensa y no como consuelo.

El chocolate era el premio por apagar el ordenador temprano, no algo con lo que me dopaba para poder apagarlo más tarde.

Creo que debería dejar de usar metáforas relacionadas con ciertas sustancias antes de que alguien me aconseje buscar ayuda profesional, ¿verdad? Pero espero que se haya entendido bien el ejemplo. Eso y que soy un poco exagerada. Que nadie tema por mi salud, que actualmente no como tanto chocolate ni tengo una relación tan… “apasionada”.

Dicho esto, pasemos a lo que considero que es el gran game-changer en esto de entrenar el músculo del regreso.

Reducir la fricción.

Cuanto más difícil sea volver, menos probable será que volvamos.

Esto tiene mucha relación con el ejemplo que te ponía antes sobre volver a publicar en Instagram después de un tiempo, pero no conseguirlo porque nos bloqueamos poniendo el listón muy alto.

Quizás, si nos planteamos volver con algo más corto o menos producido, la fricción sea menor, la vuelta sea mucho más amable y factible. Ya habrá tiempo para ir subiendo el nivel poco a poco, de forma gradual, cuando estemos en el camino.

Te pongo otro ejemplo: si tu objetivo es dejar de trabajar a las 6, puedes programar que a esa hora se te apague la luz de la oficina, taller o despacho, que Alexa ponga música de fin de jornada laboral, como hacen en las tiendas cuando van a cerrar, o incluso tener planificada una actividad de ocio para ese momento, aunque sea tener a la vista los pinceles, la lana, el libro o las zapatillas que vas a usar.

Así el regreso no depende solo de tu fuerza de voluntad, sino de que el camino está despejado.

¿Te das cuenta? Más que pretender no caerte nunca, es estar muy atenta y practicar la rapidez y la suavidad del retorno, es hacer que tu vuelta sea amable y natural para que sea. Para que siempre se dé.

Al final, volver no tiene que ser algo épico. Si lo fuera, sería porque te ha costado mucho… Mala señal.

Volver es más bien un acto de ternura contigo misma.

Es decirte: “me importo lo suficiente como para regresar una vez más”.

No hay épica en eso, hay humanidad.

Y esa humanidad, cuando la entrenas, acaba siendo tu mayor fuerza.

Porque la vida no te va a aplaudir por no desviarte nunca, pero créeme, siempre va a premiarte por regresar.

Recuerda que también tienes la opción de escuchar estos episodios en mi podcast en vez de leerlos. ¡De hecho, te lo recomiendo porque la experiencia es mucho más potente!

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