Bañarse, nadar, frotarse, afeitarse, conducir… todas estas actividades regulares, repetitivas, pueden inclinar nuestro pensamiento del lado lógico de nuestro cerebro al lado artístico. Para problemas creativos complejos pueden surgir soluciones a borbotones de la espuma del fregadero, salirnos al paso en la autopista cuando nos incorporamos al tráfico… Procura aprender cuál de estas actividades te funciona mejor y utilízala.
Julia Cameron, El camino del artista.
Y yo añado que cuando lo descubras y lo practiques, procures tener siempre cerca un cuaderno. Hay ideas que, por muy brillantes que parezcan, tal como vienen se van, desaparecen por el desagüe junto a la espuma del fregadero, se montan en el coche del carril contiguo de la autopista o simplemente se diluyen entre tus otros cientos de preocupaciones para no volver nunca más.
Pocas cosas dan tanta rabia como haber alumbrado una idea poderosa, después de un largo periodo de concepción y un parto duro, y que lo único que te quede de ella sea el pensamiento absurdo de «yo una vez tuve una idea genial… pero ya no la recuerdo». Esta situación nos resulta familiar, ¿verdad? Todos tenemos en nuestras cabezas ese pequeño hueco vacío en el que una vez hubo algo que nos encantaba y que ya no hemos podido recuperar. Pero evitar que nos ocurra eso es tan sencillo como anotar esa idea brillante cuando se nos ocurre.
Yo intento tener un cuaderno cerca, siempre el mismo, para no tener las ideas desperdigadas por decenas de papelitos inconexos que corren el riesgo de perderse tan fácilmente como las ideas que albergan. Este cuaderno que muestro en las fotos es mi nuevo favorito contenedor de ideas. Además, es un regalo de Elisa, de Retazos con dulce, toda una artista del scrapbook, y eso lo convierte en doblemente favorito.
Pero anotar tus mejores ideas no sólo tiene la ventaja de recordarlas para siempre, además te permite hacer que fluyan. El acto de ponerlas en un papel, no sólo las fija en tu mente, sino que las acerca al mundo de lo posible. En el momento en que escribes esas palabras, la magia empieza a surtir efecto como si de un conjuro se tratara. Pero nada más lejos de lo esotérico y misterioso que esto. Simplemente, al escribir, nuestras cabecitas se ponen en marcha, dando vueltas y formas a nuestras ideas, ofreciéndonos pistas sobre cómo ejecutarlas, relacionándolas con otras, haciendo que aparezcan ideas nuevas…
Por cierto, a mí se me ocurren la mayor parte de las ideas que más me gustan mientras me ducho. ¿Y a vosotros? ¿Cuál es esa actividad repetitiva o cotidiana que hacen que se despierten vuestras musas?
Un comentario
Wowwww Susana!!! Voy a llorar
Que fotos mas bonitas!! Que texto mas chulo. Mil gracias por este post!!!
Como no lo pude ver???
Lo voy a compartir en mi blog vale??
Muaaaaa