¿Es posible descansar sin desaparecer en redes?

Querida amiga, vivimos atrapadas en una especie de gimnasia digital de alta competición: más posts, más stories, más reels, más esfuerzo y ¡triple salto mortal!

Más, más, más.

Como si publicar fuera el único verbo posible para crecer. Y como si descansar fuera sinónimo de desaparecer.

Muchas andamos ya con un pie en las vacaciones e inevitablemente surge la pregunta de todos los años: ¿qué hago con mis redes? ¿Las pongo en pausa? ¿Bajo el ritmo? Si bajo el ritmo, ¿cuánto debo bajarlo para no sufrir el castigo de la invisibilidad a mi vuelta? ¿Existirá alguna manera de irme de vacaciones sin que mis redes estén de vacaciones, de parar sin parar, de descansar sin descansar?

Y ya que estamos… ¿hay alguna forma de vivir sin vivir? Si la hay, seguro que está patentada por un autónomo, porque somos expertos en eso…

Y por si la vida del autónomo no fuera ya como unas Olimpiadas eternas, con sus horarios infinitos y esa sensación continua de estar a punto de ver una luz al final del túnel que nunca llega, en los últimos años le hemos añadido una nueva modalidad olímpica: la de las redes.

A los pocos días que conseguimos arañar al calendario, ahora les sumamos la presión de seguir activas, de no apagar del todo, de no desaparecer del mapa virtual.

Y quien se atreve a desconectar lo hace con un runrún en la cabeza:

¿Estaré siendo temeraria? ¿Se olvidarán de mí? ¿Estaré perjudicando mi negocio mientras descanso? ¿Dejaré de crecer? ¿Me volveré invisible?

Y hablando de esto, quiero contarte algo muy curioso.

Verás, siempre les explico a mis alumnas que hay principalmente 2 métodos para crecer. Y lo más fascinante es que ambos funcionan.

El primer método se basa en un entrenamiento intensivo del algoritmo y necesita una frecuencia de publicación alta. No me voy a detener aquí en cómo se entrena al algoritmo (eso lo explico en Up and Roll). Pero quédate con la idea de que esta estrategia necesita una frecuencia alta. Porque se basa en estar ahí, día tras día, manteniendo el ritmo y acumulando señales positivas que alimentan al algoritmo.

Yo la llamo la estrategia de la bola de nieve, y he visto a alumnas pasar de cero a 20.000 seguidores en un mes aplicándola.

Pero hay un segundo método. Quizás no es tan popular. Pero no menos poderoso.

Requiere estrategia. Visión. Y foco.

Es el método del contenido inteligente: publicar menos, pero con piezas tan bien pensadas que siguen trabajando por ti incluso cuando no estás ahí. Tampoco puedo adentrar en contarte cómo optimizamos estos contenidos para que tengan un rendimiento superior (esto es información exclusiva de Up and Roll). Pero, de nuevo, quédate con la idea de que en este segundo método la frecuencia de publicación es mucho más baja.

Digamos que el primer método enciende la mecha. Y que el segundo mantiene el fuego encendido mucho más tiempo.

Y sin embargo, casi todas mis alumnas eligen el primer método (ojo, yo no, ya lo he contado muchas veces).

¿Por qué eligen el primer método?

Porque el hacer más se siente seguro. Es movimiento. Es acción. Es control. Es merecimiento…

Porque hacer más tranquiliza. No hay espacio para la duda si estás ocupada. No te preguntas si va a funcionar. Solo haces que toca (o lo que te has dicho que toca y punto). Y eso da la falsa sensación de que estás al mando.

Aunque sea agotador, ojo. Aunque no sepamos si funciona, lo hacemos igual. Porque hay una especie de consuelo extraño en el agotamiento. Esa sensación de “me lo he ganado, ahora tiene que venir la recompensa”.

También, de algún modo, hacer más anestesia. Es como apretar un botón para no escuchar el runrún de fondo. No hay espacio para la duda si estás ocupada.

Y cuanto más miedo tenemos a quedarnos atrás, más aceleramos.

Es como si el algoritmo se nos hubiera metido en la piel. Como si su hambre de contenido se hubiera convertido en el nuestro.

Hay algo profundamente incómodo en hacer menos pero mejor. Porque hacer mejor implica pensar, elegir, filtrar, editar, descartar.

Y eso, amiga, da vértigo.

Esta semana, he estado analizando un caso de estudio de una creadora que ha pasado de 0 seguidores a 100.000 seguidores en menos de 1 año publicando solo una vez a la semana.

Sí, una vez. A la semana.

Y no, no es una influencer famosa, ni ha hecho colaboraciones locas, ni ha gastado miles de euros en ads.

Hay claves muy concretas. Muy replicables. Muy reveladoras. Y muy al alcance de todos. Tanto es así que con una sola prueba he conseguido una mejora de mi alcance de un 35% y eso que llevaba 3 semanas sin publicar.

Me impactó tanto que he preparado un microbonus exclusivo con el análisis de este caso real, desgranando su estrategia y las claves de su crecimiento, que estará disponible solo para quienes entren en la versión a tu ritmo de Up and Roll este verano, antes del 25 de julio.

Pero la cuestión es que se puede crecer publicando una vez a la semana si eres constante y consistente. Y se puede respirar mientras creces.

Puedes irte de vacaciones todo el mes de agosto y dejarte 4 publicaciones preparadas en vez de 20.

Puedes (y mereces) irte de vacaciones sin infartar y sin estar trabajando el doble las semanas anteriores.

Puedes seguir creciendo en Instagram sin desaparecer de ti misma.

Si el algoritmo premia lo que retiene la atención, ¿por qué no crear algo que te retenga a ti? Algo tan tú y tan bien pensado que no necesite ser una gota china ni un martillo pilón para ser recordado.

Algo que no te agote y que no te haga sentir en deuda con la plataforma cuando, en realidad, estás en deuda contigo misma.

A veces siento que este negocio mío es como una historia de amor (y creo que somos muchas las que lo vivimos así). Yo lo elegí. Lo he cuidado. Le he entregado mi talento, mi tiempo, mis ideas más brillantes y, a veces, también algún que otro desvelo.

Pero la cuestión es si él también me elige a mí. Si me cuida. Si me deja descansar sin miedo a desaparecer.

Si solo soy yo quien sostiene esta relación, entonces no es amor. Es desgaste.

Y yo no emprendí para agotarme. Emprendí porque sentía que tenía algo que entregar, claro, pero también para crear algo, a la vez, me contuviera a mí, me protegiera, me cuidara y me diera un contexto en el que pudiera ser feliz.

Y eso no es algo que me borra cuando paro, que me olvida si descanso.

Así que este verano, si bajas el ritmo, que sea sin miedo. Si descansas, que sea sin culpa. Y si optas por una constancia sostenible de baja frecuencia, que sea porque estar presente en tu vida es una necesidad y no un privilegio que reservas para cuando tienes tiempo.

No vinimos a ser contenido. Vinimos a ser piel, y atardeceres, y abrazos, y sal en el pelo. Vinimos a ser nosotras. Y a crecer sin borrarnos ni aplazarnos siempre para otro momento.

Y aquí cierro no solo este episodio, sino esta temporada. Servidora se va de vacaciones y este podcast, practicando la coherencia entre lo que digo y lo que hago, se pone en pausa. Quizás en Instagram siga predicando lo de bajar el ritmo sin desaparecer. Pero por aquí es momento de soltar el teclado, respirar hondo y dejar que el silencio también diga lo suyo.

Nos reencontramos en septiembre con las ideas frescas, el corazón lleno, los pies en el suelo, la cabeza un poco en las nubles, como siempre, y, espero, la piel todavía salada.

Así que… querida amiga, hasta pronto.

Recuerda que también tienes la opción de escuchar estos episodios en mi podcast en vez de leerlos. ¡De hecho, te lo recomiendo porque la experiencia es mucho más potente!

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