En los últimos meses han sido tantas las sesiones de fotos que he tenido que al final casi todo mi tiempo lo he empleado buscando y preparando atrezzo, haciendo fotos y editándolas, pero no me he parado a organizar todo esos nuevos objetos empleados en las sesiones que he ido acumulando. Tanto es así que mi casa comenzaba a parecer una mezcla de bazar chino y jungla absurda. Globos, chisteras, jaulas, velas, flores, pizarras… campaban a sus anchas por mi casa, sin orden ni concierto, haciendo que mi madre se planteara en cada visita cosas sobre mi educación y estado de salud general. Puede que esto último sea un poco exagerado, pero sé que miraba de reojo ciertas zonas de mi casa mientras intentaba disimular un gesto espontáneo de preocupación. Y es que, para colmo, mi familia es especialmente puntillosa en el tema del orden. Cuando entras en casa de mis padres, el día que sea, a cualquier hora, todo está milimétricamente colocado, como si allí no viviera nadie. Mi madre tiene una especie de memoria fotográfica para recordar las coordenadas exactas donde tiene que ir cada objeto. Digo esto con la certeza de quien pasó muchos momentos de su infancia poniendo a prueba esta habilidad, desplazando los objetos apenas cinco imperceptibles milímetros y cronometrando el tiempo de reacción de mi madre hasta que los devolvía a su posición original. Nunca tardó más de cinco minutos en darse cuenta, ayudada por esa videncia extraña que tienen las madres para las trastadas, esa suerte de rayos X del mal comportamiento.
En fin, que últimamente me estaba sintiendo poco hija de mi madre, desplazada, un bicho raro en mi familia, así que decidí ponerle solución. Vi que lo más operativo era clasificar los objetos por el tipo de sesiones en los que los utilizo: bebés, embarazadas, niños, senior, etc. Una vez conseguidas tantas cajas como grupos hice (he utilizado las cajas en las que entregan los pedidos online de Zara, porque su tamaño es ideal para el interior de los armarios), sólo me quedaba guardar los objetos y etiquetarlos. Y como no está reñido ser ordenado y hacerlo bonito, diseñé unas etiquetas para las tapas y los laterales de las cajas, de modo que tuviera perfectamente visible el contenido de las mismas y fuera mucho más rápido localizar una caja concreta una vez guardadas.
Para diseñar las etiquetas, utilicé Photoshop. Todo es de diseño propio excepto los dibujos de los animales, que pertenecen a unas tarjetas freebies que encontré en Pinterest.
Con unas tijeras y un poco de cinta adhesiva es suficiente para que unas cajas simplonas de Zara se conviertan en estas cajas tan molonas, dignas de albergar el mejor de los atrezzos.
Este es el resultado final. Con estos sencillos pasos mi casa ha vuelto a ser un HOGAR (sí, con mayúsculas) y espero que ahora mi madre siga queriendo serlo.
Si os ha gustado la idea, aquí os podéis descargar las etiquetas, aunque he suprimido los dibujos para que cada uno las personalicéis con algo propio: