Por qué quise estudiar Publicidad

Cuando estaba en los últimos años de instituto y empezaba a plantearme seriamente qué carrera escogería, solía revisar la lista completa de licenciaturas y siempre mi vista se detenía en la misma: Publicidad y Relaciones Públicas. En ningún momento, me plateé las opciones de futuro que esos estudios me generarían y ni siquiera las probabilidades de encontrar un trabajo relacionado cuando terminara la carrera. Fue una decisión tomada por instinto y la tuve clara desde el principio.

Cuando se lo comuniqué a mis padres, para mi asombro, ellos ya lo sabían. Jamás había dicho nada al respecto y, sin embargo, no hubo ninguna sorpresa. «De pequeña veías la tele al revés», fue la frase con la que mi madre quiso despejar todas mis incógnitas. Yo inmediatamente me visualicé como una pequeña circense, haciendo el pino frente al televisor, viviendo un mundo de imágenes de gravedad invertida, de personajes cuyas cabezas rodaban por la tabla del mueble-bar y cuyos pies apuntaban hacia el techo del salón familiar.

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Lástima que mi madre rompiera mi fantasía ingrávida para explicarse mejor… Con ver la tele al revés se refería a que yo no veía la programación, sino sólo los anuncios. En cuanto terminaba el bloque publicitario, yo me iba de nuevo a mi cuarto a jugar y sólo volvía cuando escuchaba la cabecera que daba paso a la publicidad. Parece que yo ya había decidido lo que me gustaba mucho antes de tan siquiera planteármelo. Por muy increíble que pueda sonar, la semilla de lo que con los años llegaremos a ser está plantada desde el principio, sólo tenemos que escucharnos un poco a nosotros mismos.

Ya desde pequeña me gustaban los anuncios porque eran como pequeñas píldoras de magia y de creatividad concentrada, destellos del ingenio capaces de dejarme boquiabierta o con la mente en las nubes durante mucho tiempo, como después lo fueron los cuentos o la fotografía. La rutina suele ser aburrida, un aburrimiento necesario para aportarnos la dosis de seguridad diaria que nos permite no entrar en estado de pánico continuamente. Pero también son necesarias esas otras píldoras de magia que nos hacen soñar, transportarnos a otro lugar o momento, del pasado o del futuro, ese granito de sal que echamos en la sopa insulsa del día a día.

Algún día hablaré sobre el motivo por el que hago fotos. ¡Y prometo acompañarlo de un documento gráfico que no tiene precio!

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