Lo confieso: yo me he lavado los dientes con body milk mientras hacía repaso mental de todas las tareas pendientes. Diréis que eso es asqueroso, pero no, no es asqueroso: es muy triste.
Porque ni siquiera me di cuenta del sabor, afanada como estaba en sacar espuma de aquel mejunje mientras frota que te frota echaba cuentas de las horas que tenía el día e intentaba convencerme de que me daría tiempo de todo.
Y eso, señores, es tocar suelo. Tener en la boca una buena cantidad de body milk y querer hacer espuma mientras diseñas mentalmente 3 webs y publicas en redes algo profesional a la par que divertido significa que hace mucho que has sobrepasado el límite de lo aceptable.
Sin duda, fue en aquel momento cuando caí en que tenía que hacer algo con mi nivel estrés. También me di cuenta de que tenía los dientes muy suaves, pero esa es otra historia.
A partir de entonces empecé a idear un sistema de trabajo diferente, que pusiera fin punto por punto a cada situación que me generaba estrés y me lo hacía pasar mal. No hace mucho que terminé de perfilarlo y ponerlo en práctica, pero el cambio es tan bueno que me gustaría compartir mi experiencia con vosotros por si os sirve de ayuda. Puede que vuestros negocios no tengan nada que ver con el mío, pero seguro que podéis extrapolar algunas cosas y adaptarlas a vuestro caso particular.
Después de tomar conciencia de lo terriblemente estresada que estaba entendí algo que se convirtió en la clave de mi cambio de actitud: estaba siendo completamente incoherente. Había convertido cada día de trabajo en una maratón en el que intentaba cumplir con unos plazos súper estrictos que no sólo dependían de mí, así que, por mucho que yo corriera, si el resto del proceso no estaba bajo mi control, era imposible cumplirlos. Era como estar permanentemente subida a una cinta andadora y tener que aumentar la velocidad cada día para compensar los retrasos acumulados.
Os pondré un ejemplo para que lo veáis más claro y podáis detectar similitudes con vuestro propio caso. Por lo general, yo trabajo las webs en un plazo de 4 semanas. En este periodo, diseño, asesoro sobre el contenido y la distribución estratégica del mismo, programo, incluyo y maqueto textos y fotos e instalo y pongo a punto los plugins necesarios. En un principio, mientras diseñaba y programaba la estructura general de la web, pedía a mis clientes que fueran preparando y enviándome el contenido (fotos, textos… sobre los cuales suelo hacer revisiones y proponer mejoras), de modo que cuando terminara de programar y tuviera que empezar a maquetar el contenido, éste ya estuviera preparado. Pensaba que así no habría parones y que una fase sucedería a la otra sin mayor inconveniente. ¡Error! Los clientes casi nunca se tomaban los plazos en serio. Afrontaban el inicio del proyecto con mucha ilusión y me apremiaban para empezar cuanto antes, pero una vez en marcha, se relajaban tanto que a veces me aportaban la información necesaria con semanas de retraso. ¡Semanas! ¿Qué sucedía entonces? En primer lugar, se cargaban mi planning de trabajo, mis previsiones de cobro, etc., cosa que me generaba una incertidumbre y un estrés brutal. En segundo lugar, quedaba continuamente mal con los siguientes clientes, a los que había dado una fecha de inicio de sus proyectos que me veía obligada a retrasar por no haber terminado con los anteriores.
Este caos es insostenible cuando tienes un volumen importante de trabajo. Es necesario ser muy organizado, anticiparte a las cosas y saber cuándo vas a empezar y a terminar un proyecto para organizar un sistema de citas en condiciones. Una web, un plan de comunicación, una identidad visual, el desarrollo de una estrategia… no son trabajos inmediatos, no es como llegar a una tienda y decir «ponme cuarto y mitad de logo». Es imposible coger proyectos nuevos al ritmo que van llegando porque siempre (a no ser que seas muy malo o acabes de empezar) estás trabajando ya con otros clientes. Dar cita es indispensable. Y para ello debes poder controlar los plazos.
La solución era tan obvia que no sé cómo no la vi antes. Yo estaba continuamente intentando adaptarme a los tiempos de mis clientes, pero cumpliendo mis plazos. Era incongruente. Uno de los motivos por los que decidí emprender fue para ser mi propia jefa, hacer las cosas a mi manera y marcar mis propios tiempos. Pero en realidad tenía más jefes que nunca (uno por cliente) y estaba supeditada a los tiempos de todos menos al mío propio. Había llegado el momento de cambiar las reglas del juego. Pensé cómo me gustaría que fueran las cosas realmente y qué cambios tenía que hacer para conseguirlo.
Lo vi claro: si los clientes tenían que esperar un tiempo para poder iniciar sus proyectos porque ya tenía trabajos anteriores en curso cuando contactaban conmigo, ese plazo era el momento perfecto para ir preparando el contenido. De este modo, cuando iniciara el proyecto ya estaría todo a punto. Y si no lo estaba, simplemente no iniciaría el proyecto. ¡Adiós a los parones en mitad del proceso!
Para mí es fundamental resultar cercana y amable, así que me causaba cierta desazón imponer estas nuevas reglas del juego. Pero pronto pude comprobar que era un temor infundado, ya que la acogida ha sido fantástica. Los nuevos clientes no sólo se han adaptado perfectamente a este sistema; además lo ven mucho más profesional que el anterior. En primer lugar, porque he añadido a mis presupuestos un apartado en el que explico cómo es mi proceso de trabajo, de manera que cuando alguien acepta trabajar conmigo también está entendiendo y aceptando ese sistema. Ya no tengo que verme en la tesitura de ponerme seria (cosa que se me da fatal) cuando las cosas se han ido de madre. En segundo lugar, he sistematizado gran parte del proceso, lo que me ahorra mucho tiempo. Este nuevo método sólo era viable si creaba un sistema. No quería que mis clientes tuvieran la sensación de estar solos durante esa fase previa de preparación del contenido en la que yo tengo que estar más volcada en terminar los proyectos en curso. Por eso he desarrollado toda suerte de cuestionarios, hojas de ejercicios, tableros de inspiración… para guiarlos en el proceso. ¡Esto les encanta!
Aún tengo algunos proyectos a la vieja usanza coleando por ahí (cliente tardón, si estás leyendo esto, apiádate de mí), pero los nuevos van viento en popa y mi día a día es ahora infinitamente mejor. Estoy segura de que, salvando las distancias, tu rutina de trabajo también podría mejorar si:
1. Te planteas cuál sería la situación ideal para ti.
2. Cambias el orden del proceso o introduces modificaciones en alguna de sus fases (añadiendo condiciones en tus presupuestos, preparando un guión con todo lo que sea indispensable que sepan antes de contratarte para cuando te llamen por teléfono, etc.).
3. Sistematizas todo lo que puedas. Por ejemplo, si todos tus clientes tienen las mismas dudas, ¿por qué no elaborar un documento que les dé respuesta y enviarlo cuando te contraten, sin esperar a que te pregunten?
Hacedme caso, cuando una vive al borde del infarto se convierte en una persona muy sabia.Y yo, que mando emails con una mano y con la otra soy capaz de abrir el envoltorio de las pastillas del lavavajillas, ya he debido de alcanzar la cota máxima de sabiduría. Por eso, para finalizar, voy a permitirme darte un último consejo: no guardes el bote del body milk al lado de la pasta de dientes.
¡Hasta la semana que viene!
19 comentarios
Me sirve de mucho este post, Susana! Cuánta razón tienes, con lo fácil que es pensar cómo queremos que sea todo y la de trabas que nos vamos poniendo. Operación cambio de mentalidad en marcha ya pero ya!
¿Cómo va ese cambio, Carolina? ¡Espero que muy bien!
plas plas plas plas, de principio a fin. Que arte tienes contando las cosas, chica, y que clarito hablas. Un placer leerte y sobre todo poner en práctica tus consejos. Bon día!
¡Gracias, Lorena! Ya nos contarás qué tal te va poniéndolo en práctica…
Yo he llegado a salir a la calle con dos zapatos diferentes y darme cuenta ya de vuelta a casa. Eso también es muy triste. Sobre todo porque yo era de las de repaso obligado en el espejo del ascensor y ahora hasta ese tiempo aprovecho para seguir trabajando. muy bueno el post, Susana
Jajajaja, Clara, lo que he pensado yo en esto… ¿No notabas que ibas coja? Porque dos zapatos diferentes suelen tener un grosor de suela distinto y eso tiene que ser híper molesto. Ay, pobre…
Jajajajaja, no estás sola, Susana, que yo me he echado la espuma de afeitar de mi marido en el pelo y me he ido a la oficina tan contenta con mis rizos 🙂
Oye, pues si es más económica que la de peinarse, ¡ya sabes!
Gracias por ser tan generosa y compartir siempre tanto. No sabes lo que aprendo contigo, Susana, este post va a ser un punto de inflexión en mi manera de trabajar, me ha abierto los ojos.
¡Qué bien, Mar! Pues ya nos contarás cómo adaptas el método, que queremos aprender todas de todas. ¡Un beso!
Qué me vas a contar! Yo le abrí la puerta en bragas al mensajero y sólo podía pensar en que no tenía preparados los pedidos, casi ni me doy cuenta, pero claro al señor se le iban a salir los ojos de la cara y al final fue inevitable. No he pasado más vergüenza en toda mi vida, es como esa pesadilla de ir desnudo por la calle pero hecha realidad…
Jajajajaja, lo mejor de haber escrito este post es leer vuestros comentarios, qué risa. Yo también temo abrir la puerta en ropa interior un día de estos…
Hola Susana! Son tremendas las situaciones en las que nos podemos llegar a poner nosotras mismas por llegar a todas partes… Muy bueno lo de 1 jefe por cliente, eso es una auténtica pesadilla, y genial la manera de cambiarlo. Tu método se asemeja a lo que yo he tenido que hacer. Yo he sistematizado, después de observar que no cundía de ninguna de las maneras, y el resultado es que he pasado de trabajar en 1 mismo proyecto online con 10 clientes/alumnas a la vez, estando al borde de la locura, a hacerlo con 290 y que todo el mundo esté contento, y yo pueda dormir y comer como una persona normal. Si me dicen hace 6 meses que eso sería posible, no hubiera creído ni un pelo. Así que tu post es de lo más útil y práctico, ¡como siempre! Un abrazo bien grande!!!Gracias!
¡Alaaaaaa, menudo cambio, Clara! A ver si compartes el secreto con nosotras. ¡Tu método tiene que ser la leche!
Me parto Susana!!! Porque no eres humorista también??? Eres de chiste, me tienes que contar lo de los dientes suaves, jajajaja.
Me parece un buen método de trabajo
Se lo haré saber a uno que está al borde del infarto también y cualquier día se olvida al niño en el coche o algo parecido, por cierto te mando un email con una duda existencial
Muaaaa
Guapa guapa en la foto por cierto
Jajajajaja, ¡es lo que me faltaba ya! Pero sí que tengo bastante vocación de payada, para qué vamos a engañarnos. Por cierto, no me llegó ningún email. ¿Me lo enviaste?
Susana cómo me he reído con tu post. Al ser blogger culinaria y tener el paladar algo desarrollado lo del body Milk me habría dado cuenta enseguidita ¡Ojo, que no digo que tu no seas una gran sommelier en tus ratos libres ; ) !
Pero sí he salido de casa en zapatillas, con las pinzas de estar por casa en el pelo y un sinfín de cosas más vergonzosas. Es genial la forma que tienes de desarrollar este tema tan serio.
Un Saludo
Jajajajaja, hombre, bueno no estaba… ¡No lo recomiendo! Pero sí, cuando me quise dar cuenta ya me lo había refregado bien por toda la boca. Si es que cuando me concentro, pierdo hasta el paladar. Una vez me contó una clienta que salió con un pecho fuera, a abrir al cartero, porque estaba tan estresada con la lactancia que ni se dio cuenta. De momento, creo que está en el primer puesto del top ten de despistes, jajajaja. ¡Espero no llegar nunca a ese punto!