
Querida amiga, hablemos del deseo. Pero, sobre todo, hablemos de lo que tú deseas.
No de lo que crees que deberías querer. No de lo que otros esperan de ti. No de lo que parece lógico, estratégico o adecuado.
Hablemos de eso que te despierta por dentro.
Ese fuego que regresa una y otra vez, aunque intentes ignorarlo. Esa idea que te emociona tanto que casi asusta. Eso que, cuando lo imaginas, te hace sentir viva, pero también pequeña.
Porque a veces el deseo no es cómodo. A veces se siente demasiado grande, demasiado osado, demasiado lejano… Tanto que intentamos acallarlo y convencernos de que no es el momento, no estamos preparadas, o que mejor nos conformamos con menos.
Hace unos días leí una frase que tiene mucha relación con esto, y me hizo un click mental muy fuerte. Decía que “no puedes desear lo que no tienes ya en tu interior”. De algún modo, ese deseo que sientes es la proyección de un potencial que ya existe en ti. No es un capricho, no es una casualidad. Es una pista. Es una brújula. Es una parte de ti que te está mostrando el camino.
Entonces la pregunta es: ¿vas a escucharla?
Porque desear algo y permitirte ir a por ello no es lo mismo.
Muchas veces, sin darnos cuenta, nos saboteamos antes de intentarlo. Y lo hacemos de muchas formas diferentes. Cerrando nuestros oídos y nuestro corazón para no escuchar lo que queremos. O dejándolo por completo al alzar, sin hacerle un hueco real en nuestra agenda ni bajar a tierra las tareas ni pensar en cuáles son esos pasos pequeños que nos van a poner en la dirección adecuada. O hacer algunas cosas pero sin mojarnos del todo, quedándonos en lo tibio, a medio gas, sin atrevernos a comunicar con fuerza, a mostrarnos con claridad, a hablarle a nuestro público como si realmente creyéramos en lo que hacemos.
Nos quedamos en la sombra, en lo pequeño, en lo que es seguro.
¿Por qué?
Porque hay una parte de nosotras que teme lo que pueda pasar si de verdad nos lanzamos. Si lo hacemos en grande y no funciona. Si nos atrevemos a comunicar con ambición y nos juzgan. Si le damos voz a nuestro mensaje y no resuena. Si descubrimos que no somos suficientes.
El ego nos protege de esas posibles heridas. Nos convence de que mejor no lo intentemos con todas nuestras fuerzas, porque así, si no funciona, podremos decir que en realidad no era tan importante o que no lo habíamos intentado del todo.
El problema es que cuando comunicas o lo intentas en pequeño, no solo te proteges de que salga mal… también te privas de la posibilidad de que salga bien.
El miedo a no estar a la altura nos mantiene jugando en una cancha donde no podemos perder… pero tampoco podemos ganar.
Para traer esos deseos a la luz, necesitas:
1. Tomar decisiones desde la versión de ti que ya logró lo que quiere
No desde la que duda, se esconde o se minimiza. Empieza a actuar como si ya supieras que eres capaz. Como si el éxito ya estuviera garantizado. Como si no hubiera otra opción que hacer que funcione.
2. Darle estructura a tu visión
La visión es el mapa que nos ayuda a dirigir nuestros pasos. Pero muchas veces no nos permitimos a nosotras mismas imaginarnos ese mapa, tener esa visión.
Sentimos el deseo, pero lo acallamos. Nos convencemos de que no es tan importante. Nos decimos que “no pasa nada” si no se cumple. Intentamos convencernos de que no queremos lo que en realidad sí queremos.
Y este mecanismo es peligroso, porque nos deja sin rumbo.
Si ni siquiera te permites imaginar ese escenario en el que tu deseo se cumple, con todos sus detalles… ¿cómo vas a construirlo?
La visión no es solo una fantasía, es la brújula que te ayuda a ejecutar. Sin ella, te quedas dando vueltas en círculos, sin una dirección clara.
Así que antes de pensar en estrategias, antes de diseñar planes, antes de poner la primera piedra… permítete soñar con nitidez. Ponle forma, ponle color, ponle fechas. Porque cuando una visión es nítida, los pasos a seguir se vuelven evidentes.
Cuando reprimimos nuestros deseos, nos alejamos de nosotras mismas. La psicología lo tiene claro: cuando negamos lo que realmente queremos, nuestro cerebro entra en disonancia cognitiva. Es decir, entramos en un conflicto interno entre lo que realmente sentimos y lo que nos decimos para evitar enfrentarnos a ello.
¿Y qué ocurre a nivel emocional y psicológico cuando nos negamos nuestros deseos?
➝ Aparece una ansiedad y una frustración inexplicables.
Porque reprimir un deseo no hace que desaparezca, solo lo empuja al fondo. Y lo que queda en la superficie es una sensación de insatisfacción que no sabemos de dónde viene.
➝ Nuestro cerebro se vuelve experto en autosabotaje
Porque cuando nos prohibimos desear algo, inconscientemente empezamos a buscar pruebas de que no lo necesitamos o de que nunca lo conseguiríamos. Se activa el sesgo confirmatorio, que nos hace enfocarnos solo en la información que refuerza la idea de que ese deseo es inalcanzable.
➝ Nos desconectamos de nuestra intuición y creatividad
Y es que el deseo es un motor creativo. Es la chispa que nos hace buscar soluciones, probar ideas y tomar acción con ilusión. Pero cuando nos prohibimos desear, también apagamos esa chispa.
Es una reacción en cadena que, sin darte cuenta, caba un pozo más profundo de lo que podrías imaginar. Por eso es tan importante que te escuches y te des, al menos, el espacio de visualizar en tu mente aquello que deseas. Porque si nos negamos este tesoro pequeñito, nos estamos negando muchas cosas.
3. Hablarle a tu público desde la certeza, no desde la duda
El problema de muchas emprendedoras no es que su mensaje no sea bueno, sino que lo transmiten con miedo. Su comunicación no refleja la seguridad que realmente tienen en su trabajo.
Y si tú no comunicas con fuerza, nadie va a percibir tu mensaje como algo que merece ser escuchado.
No puedes esperar que otros crean en lo que haces si tú misma no lo transmites con convicción.
Y esto no solo es cuestión de trabajar la seguridad, sino de comprometerte activamente con lo que dices que quieres
No vale decir que quieres más alcance, más impacto, más ventas… y luego quedarte comunicando en modo supervivencia. Si de verdad quieres crecer, necesitas hacer cambios reales en tu estrategia, en tus acciones diarias, en la forma en la que te muestras, en la forma en la que creas contenido…
No desde la prisa, no desde el agotamiento, sino desde la estrategia y la claridad.
Pero recuerda que el primer paso para cambiarlo todo (antes de preguntarte si algo es posible y si tiene sentido) es admitirlo. Admitir lo que deseas. Reconocértelo a ti misma, sin censura.
Porque si hay algo que quieres con todo tu ser, es por algo.
Y si está en ti, es porque existe la posibilidad de que también pueda estar en tu realidad.
Así que la próxima vez que te encuentres minimizando tu propio deseo, que te sorprendas diciéndote que en realidad no lo necesitas tanto o que no pasa nada si no lo consigues…
Haz una pausa. Y pregúntate: ”¿Estoy diciendo esto porque de verdad lo siento, o porque me da miedo admitir cuánto lo quiero?”
Porque el deseo no es solo un anhelo. Es una señal.
Una promesa de que el camino existe, aunque aún no sepas cómo recorrerlo.
No lo apagues. No lo minimices. No lo entierres bajo la prisa o el miedo. Porque lo que deseas con fuerza no es un error, ni un capricho, ni una casualidad.
Es la vida tocando a tu puerta, preguntándote si por fin vas a abrirle.
Recuerda que también tienes la opción de escuchar estos episodios en mi podcast en vez de leerlos. ¡De hecho, te lo recomiendo porque la experiencia es mucho más potente!
Si quieres estar al día cuando haya episodios nuevos, inscríbete en mi newsletter «Hay un oso panda en mi ensalada». Al inscribirte, descubrirás por qué se llama así . Y tendrás acceso a una montaña de consejos e información extra que no encontrarás aquí.