Lo que el verano se llevó

Hace una semana que entró el otoño y aún no me hago a la idea e incluso me resisto a aceptarlo. Y es que el verano se me fue sin que pudiera paladearlo. Literalmente lo engullí como si de comida rápida se tratara, pasé por encima con mi máquina apisonadora del tiempo, corriendo, para saltar a otra cosa, para atender asuntos que de repente me parecían más importantes. Se me olvidó vivirlo y me da rabia, mucha rabia, porque nada debe ser tan importante como vivir la propia vida.

Yo, la reina de los plannings y los calendarios, la señorita ordenada, doña yopuedocontodosola, me vi sumida en un bucle de trabajo que aún no entiendo bien cómo se formó: plazos que de repente se veían reducidos a la mitad, clientes que tardaban en decidirse y se solapaban con los siguientes, proyectos inesperados pero tan interesantes que no quise decir que no… Si coges todo eso, lo metes dentro de una coctelera, lo agitas y le añades una dosis alta de perfeccionismo, una pizca de complejo de Supermán y una porción de autoexigencia, te sale un verano redondo, con muchas horas frente al ordenador y muy pocas paseando por la playa.

En este contexto intentaba yo además sacar adelante un proyecto de fotografía analógica, basado en captar los momentos más tranquilos, frescos e inolvidables del verano. Sí, suena surrealista, ahora lo sé. Pero en mitad de la vorágine me imaginaba con mi Minolta del 81 al cuello y era feliz. Y movida por esa imagen idílica la saqué a pasear algún que otro día. Hoy os traigo el resultado de mi experiencia analógica, unos cuantos fragmentos de un verano desestructurado, intenso y de locos, pero con el sabor del mar atrapado en un rollo Kodak Portra 400.

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A pesar de los pesares, la experiencia analógica ha sido muy positiva. Ya no recordaba lo que suponía no ver las fotos al instante de hacerlas, aguardar a que revelen el carrete con la ilusión de encontrar algún tesoro entre los negativos, ansiando que las fotografías mentales que atesoras en tu cabeza sean idénticas a las que recojas en el laboratorio. Y lo realmente mágico es que, parecidas o no, esas fotografías mentales no desaparecen, no se diluyen con la magia del revelado. Se convierten en recuerdos mucho más vívidos que el resto.

Por todo esto he decidido dejar el grupo de Flickr abierto por un tiempo indefinido. Ahora comienza mi «Otoño analógico» y el de todo aquel que se anime a unirse.

4 comentarios

  1. Como hecho de menos el "ruido" de las fotos analgicas, me trae muchos recuerdos, creo que me voy a animar a salir con la cmara analgica 😉
    Gracias por tus post, me encantan!!
    Un besote

  2. Me encanta Susana! Voy a ver si recupero alguna de las cmaras analgicas porque esto me ha inspirado mucho. Y no te preocupes que el verano se ha ido pero el otoo es la estacin de las estaciones. Otoo analgico y mgico. Saludos

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