
Querida amiga, ¿y si el problema no fuera que estás bloqueada, sino que estás demasiado ocupada juzgando tus ideas para poder crearlas?
Sí. Juzgar cuesta menos que crear. Mucho menos.
Juzgar es gratis. Y encima, si eres tú misma quien se juzga, es hasta adictivo.
Porque te metes en un bucle, en una tensión que nunca llega a resolverse: una parte de ti quiere hacer algo hermoso, relevante, significativo e incluso perfecto… y la otra se cruza de brazos, lo analiza, lo compara… Y lo destroza.
Y así no hay quien cree.
Por eso hoy quiero hablarte del bloqueo creativo. Y sobre todo de que no estamos bloqueadas porque nos falte tiempo, ni inspiración, ni motivación, ni metas ni sueños.
Estamos bloqueadas porque pensamos demasiado y hacemos bien poco.
Cuando estaba preparando este episodio, recordé un vídeo de YouTube que vi hace tiempo.
Era de un fotógrafo que contaba cómo pasó un año entero leyendo blogs, viendo tutoriales, comparando equipo, planificando el proyecto perfecto…
Pero no hacía fotos.
Pensaba tanto que llegaba a creer que había hecho algo. Pero no. No había hecho nada. Solo había pensado en hacer, que es bien distinto.
Hasta que un día se obligó a hacer. A salir. A arriesgarse a no tener ni idea. A disparar.
Y eso lo cambió todo.
Porque el bloqueo no se piensa. Se atraviesa.
Y solo hay una forma de atravesarlo: haciendo.
¡A mí, como buena perfeccionista de manual que soy, me ha pasado muchas veces!
Recuerdo especialmente una ocasión en la que, después de una pausa en Instagram, quería volver por todo lo alto.
Con una idea brillante, un vídeo increíble, un texto impecable, unos Stories entretenidísimos…
Ya sabes cómo sigue esto, ¿verdad? Exacto: no publicaba nada.
Porque cuanto más te exiges, menos haces.
Y cuanto menos haces, más te juzgas.
Hasta que un día, entendí que la solución no era encontrar la idea perfecta.
Era moverme. Aunque fuera con algo imperfecto. Es más, si me ayudaba a moverme, ya era perfecto, no le hacía falta nada más.
Y ahí me acordé de esta frase que, por suerte, me sigue retumbando cuando mi lado perfeccionista quiere apoderarse de mí:
“Doing the thing gives you the energy to do the thing.”
Hacerlo es lo que te da la energía para seguir haciéndolo.
Nos han hecho creer que primero viene la motivación, y luego la acción.
Pero en realidad es al revés.
Primero haces. Luego te sientes capaz.
Primero te mueves. Luego llega la claridad.
Primero creas. Luego aparece la motivación.
Primero te arriesgas. Luego vienen las certezas.
No antes. Y no al revés.
Por eso, si llevas días, semanas, incluso meses pensando que estás bloqueada, lo más práctico que puedes hacer no es pensar más. Es hacer algo. Cualquier cosa, de verdad. Aunque sea pequeña y mejorable.
La creatividad no es un talento místico que tienes o no. Es una manera de estar en el mundo. Una práctica. Una decisión diaria.
No es algo que piensas. Es algo que haces.
Y si no lo haces, no es que no seas creativa. Es que no estás asumiendo el necesario riesgo de hacerlo mal para poder hacerlo bien. Cada vez mejor.
Quiero compartirte un ejemplo que me encanta.
En una escuela de cerámica, dividieron a los alumnos en dos grupos:
- Un grupo tenía que hacer una sola vasija perfecta en todo el semestre.
- El otro grupo tenía que hacer tantas como pudieran, sin preocuparse por la calidad.
¿Qué grupo hizo las mejores piezas? El que produjo más piezas.
Porque la práctica vence a la perfección. Y porque el movimiento vence al miedo.
Así que si estás bloqueada, quiero proponerte algo:
- Empieza pequeño. No esperes tu obra maestra. Haz un mini proyecto. Uno que puedas terminar en un día.
- Crea el hábito de hacer, no de planear. No te obsesiones con la idea perfecta. Empieza con una cualquiera.
- Destruye la excusa del “no tengo tiempo”. Media hora al día cuenta. Diez minutos cuentan. Todo cuenta.
- Olvida la perfección. La consistencia es lo que te llevará a la calidad. No al revés.
Y cuando te sorprendas otra vez investigando, comparando, esperando el momento perfecto…
Para.
Y hazte esta pregunta:
¿Estoy creando o solo estoy pensando en crear?
Y ojo con eso, porque te aseguro que lo que más miedo da no es fallar. Es darte cuenta de que llevas más tiempo del que te gustaría admitir sin intentarlo de verdad.
Así que ¡hazlo!
Hazlo antes de estar lista. Porque hacer es la única salida. Y porque, como te dije al principio:
Juzgar tus ideas es gratis. Pero hacerlas realidad… eso es lo que te cambia la vida.
Recuerda que también tienes la opción de escuchar estos episodios en mi podcast en vez de leerlos. ¡De hecho, te lo recomiendo porque la experiencia es mucho más potente!
Si quieres estar al día cuando haya episodios nuevos, inscríbete en mi newsletter «Hay un oso panda en mi ensalada». Al inscribirte, descubrirás por qué se llama así . Y tendrás acceso a una montaña de consejos e información extra que no encontrarás aquí.