
Querida amiga, hay algo más peligroso que no saber. Y es creer que ya sabes.
Sí, sí, hablemos sin tiritas. A veces el problema no es que no avances. El problema es que has construido una historia que justifica por qué no podrías hacerlo.
Te lo digo con todo el cariño del mundo, pero te lo digo.
Quizás no es tu caso concreto (o quizás sí y no lo has detectado). Pero te aseguro que es muy muy muy habitual, y que lo veo una y otra vez desde hace años.
Te pondré un ejemplo.
Hace unos días, después de compartir el caso de éxito de una alumna a la que se le hizo viral un contenido, una chica me escribió para pedirme el link. Quería ver ese Reel tan exitoso. Muchas personas me lo pidieron por privado. Queremos ver lo que funciona, descubrir el truco, desmigarlo… Aunque esto no es cuestión de truco, sino de estrategia, formación y saber hacer.
La cuestión es que le pasé el link. Y al rato me respondió:
“Claro… para ella es fácil hacerse viral. Tiene 20.000 seguidores. Yo con los que tengo, que son muchos menos, es imposible.”
Y ahí, querida amiga, sentí un pequeño temblor.
Lo primero que me llamó la atención de su mensaje fue lo firme que era su creencia… ¡Y lo equivocada!
Porque sí puedes hacerte viral con mil seguidores.
De hecho, muchas veces es más fácil que eso ocurra cuando tienes pocos seguidores, porque el algoritmo no parte de una base de datos de seguidores que puede que llegaran hace mucho a tu cuenta y se han convertido en fantasmas, que no interactúan ni dan señales positivas al algoritmo y por tanto merman tu porcentaje de engagement y se convierten en un lastre para tu alcance.
He visto cuentas con 400 seguidores teniendo vídeos con 100.000 visualizaciones.
Y también he visto cuentas con 30.000 seguidores con publicaciones que no llegan ni a 1.000 personas.
Así que no: el número de seguidores no es el problema.
El problema es pensar que ya sabes cómo funciona todo y usar eso que «sabes» como justificación para no probar cosas nuevas.
Ahí es donde yo veo el verdadero problema.
En el fondo, esa respuesta no hablaba de viralidad, ni de seguidores, ni de contenido.
Esa respuesta hablaba de algo mucho más profundo: de cómo nos montamos películas que nos salven de incomodarnos. De intentarlo. De arriesgar.
De cómo necesitamos encontrar una razón que explique por qué a otros sí… y a mí no. Una razón que nos mantenga en la quietud de seguir haciendo una y otra vez lo mismo que ya hemos visto que no nos funciona. Porque ese es un fastidio, pero un fastidio conocido. Y da mucho más miedo deshacerse de las creencias en las que nos apoyamos y salir a un terreno desconocido.
La historia que se contó esta chica fue: “no puedo, porque no tengo lo que ella tiene.”
Y la dio por cierta.
Y lo peligroso es que no se cuestionó si esa historia era real. Si era justa. Si era útil para ella.
Y no es la única, ojo.
Esto lo hacemos todos. Y creo que detectarlo es absolutamente clave para dejar de ponernos piedras en nuestro propio camino que nos están limitando a la hora de crecer.
Te cuento otra anécdota:
Hace unas semanas, impartí una clase en directo sobre cómo salir de una etapa de estancamiento en Instagram. Antes de esa clase gratuita, pedí a las personas inscritas que me contaran qué era lo que más les frustraba de Instagram.
Me llegaron cientos de respuestas. Y lo curioso es que no había dos iguales.
Unas me decían:
– “Tengo una cuenta nueva, y así es imposible que funcione.”
Otras, al contrario:
– “Las cuentas que llevamos muchos años no tenemos tan fácil lo de crecer como las cuentas nuevas” (ojo, que, en honor a la verdad, estas sí tienen más razón que las anteriores).
Algunas decían:
– “Es que yo vendo servicios, y eso en Instagram no funciona.”
Y otras:
– “Es que vendo producto, y es mucho más difícil crear contenido que conecta en este caso…”
Cada una tenía una explicación diferente. Y todas estaban convencidas de que tenían razón. Vamos, que cada una se cuenta la película que le conviene.
Pero… ¿y si no fuera así?
¿Y si, en vez de buscar pruebas de por qué no va a funcionar, buscáramos posibilidades?
¿Y si soltáramos un momento el orgullo de pensar “yo ya sé” y nos permitiéramos revisar lo que creemos saber?
Porque a veces, no avanzas… no porque no sepas un poco (algo sabrás, claro), sino porque te has cerrado a seguir aprendiendo.
Te lo digo también por mí.
Yo he invertido miles de horas rehaciendo Up and Roll. Y mientras lo hacía, me di cuenta de que incluso yo -que llevo años enseñando esto- tenía que romper creencias y tenía cosas nuevas que aprender.
Y te aseguro que eso… eso es lo que me hizo avanzar.
Como líder de tu negocio, el mayor regalo que puedes darte no es saberlo todo. Es que te atrevas a cuestionar que quizás no lo sabes todo. Que mires de frente esas creencias que pueden ser que te resulten muy cómoda (porque te mantienen a salvo de la incomodidad de tener que aprender y probar cosas nuevas) y te cuestiones si son útiles para ti, si te están ayudando a crecer o todo lo contrario, te están manteniendo detrás de una piedra que te has puesto tú misma.
Y no, no hablo solo de Instagram. Hablo de todo tu negocio. Y del impacto que esto tiene en tu vida personal.
Es atreverte a mirar de nuevo. A preguntarte: ¿y si no es como creo? ¿Y si el problema no está en la plataforma, ni en mi tipo de contenido, ni en el algoritmo?
¿Y si está en mi miedo y en lo calentita que es mi zona de confort?
No te lo digo para culparte. Nos pasa a todas.
Te lo digo porque cuando dejas de justificar por qué no puedes, empieza el espacio para descubrir cómo sí.
No se trata solo de crecer en Instagram. Se trata de crecer tú. De sostener la incomodidad de lo que no sabías, sin sentirte menos. De atreverte a re-aprender sin que eso signifique que antes lo hacías mal. O que por hacerlo mal, eso hable de tu valía.
Se trata de abrazar que estás viva, que estás en camino, que estás en evolución.
¿Quieres impacto?
Entonces elige: o el confort de tus excusas, o el vértigo de hacerte cargo. Pero no se puede tener los dos.
Porque no avanzar también es una decisión.
Una decisión cómoda y, muchas veces, aparentemente muy sensata.
Nos decimos: “no tengo tiempo”. Pero bien que encontramos tiempo para quedarnos en la queja, en la excusa.
Nos decimos: “no tengo las cosas claras, mejor lo dejo para cuando lo tenga más claro”. Pero la claridad no cae del cielo: se cava. Se araña. Se estudia. Se desgrana.
Nos decimos: “yo ya sé lo que tengo que saber”. Pero si lo supiéramos de verdad, ya estaríamos en otro lugar.
Piénsalo.
A veces, te quedas donde estás no porque no quieras saber más (que al final es una consecuencia). Te quedas donde estás por el miedo a todo lo que se rompería si te atrevieras a ser quien de verdad podrías ser.
Porque si creces, quizás ya no encajes donde solías encajar.
Quizás tengas que poner límites…
O cambiar de tono.
O quitarte el abrigo de las excusas (con lo cómodas y calentitas que son).
O arriesgarte a ser más visible, a no agradar a algunas personas…
O verte, de pronto, habitando una versión tuya más incómoda…
Eso es lo que asusta.
No es no saber.
Es saber que, si te permites saber más, ya no podrás seguir fingiendo que no aquí pasa nada.
Así que la próxima vez que digas “eso ya lo sé”, pregúntate si eso es cierto.
Porque si no lo estás aplicando, si no te está transformando, entonces no lo sabes. Y te mereces más que eso.
Y es que… querida amiga, tú no viniste hasta aquí para quedarte en el umbral. Viniste para cruzar.
Y si hace falta, para quemar la puerta detrás de ti.
Recuerda que también tienes la opción de escuchar estos episodios en mi podcast en vez de leerlos. ¡De hecho, te lo recomiendo porque la experiencia es mucho más potente!
Si quieres estar al día cuando haya episodios nuevos, inscríbete en mi newsletter «Hay un oso panda en mi ensalada». Al inscribirte, descubrirás por qué se llama así . Y tendrás acceso a una montaña de consejos e información extra que no encontrarás aquí.