No eres tu negocio

Querida amiga:

¿Y si te dijera que puedes morir de éxito… y no sentirlo en absoluto como un logro?

He vuelto al podcast después de una pausa forzada. Y no, no ha sido por falta de ideas ni de ganas. Ha sido por un tsunami, una ola gigante que me ha revoloteado, engullido y revolcado. Pero deja que te ponga en contexto porque esta ola me ha dejado grandes enseñanzas que hoy quiero compartir contigo.

Como te conté en “capítulos anteriores”, estaba creando una nueva versión de Up and Roll, que ha sido mi programa estrella desde 2018. Y ya sabes que esto me había generado todas las dudas y todos los miedos del mundo. 

¿Tenía sentido dedicar en exclusiva 7 meses de mi vida, sin facturar absolutamente nada y sosteniendo unos gastos fijos de la empresa de 2.000 euros cada mes, para escribir desde cero y producir audiovisualmente un programa que ya existía, que ya me había comprado gran parte de mi público? 

¿Tenía sentido, además, hacerlo en un momento en el que habían surgido formaciones sobre Instagram hasta debajo de las piedras?

Como sabes, finalmente me armé de valor y después de 7 meses de duro esfuerzo, lancé esta nueva versión de Up and Roll el 6 de mayo. Miles de personas se habían apuntado a mi directo de lanzamiento. Todo iba miel sobre hojuelas cuando, de repente, justo cuando se abrió el carrito, y ante esos miles de ojos, mi web se cayó en directo. 

Y no por error técnico, sino por la cantidad de personas que estaban intentando comprar al mismo tiempo.

Te prometo que por un momento me sentí Bad Bunny vendiendo las entradas de un concierto.

Me había devanado los sesos en los últimos meses intentando vislumbrar si estaba tomando una buena decisión, si tanta inversión (no solo en profesionales externos, sino de tiempo) me llevaría a la ruina, si la gente entendería el nuevo concepto, si se escucharían grillos al otro lado… 

Y ahí estábamos mi web y yo, tocando fondo por exceso de altura, desplomándonos del susto 😅.

Parece gracioso, ¿verdad?

Y lo fue. Y fue un drama también 🫣.

Porque eso tuvo muchas consecuencias, como, por ejemplo, recibir cientos de mensajes de personas que habían comprado cegadas por la prisa y ni siquiera sabían qué es lo que habían comprado y me escribían para que yo se lo aclarara. O de personas que querían comprar una cosa pero que compraron otra. O personas que no se habían equivocado pero querían una confirmación mía igualmente para quedarse tranquilas (a pesar de que con cada compra llegaba un email automático de confirmación y la factura, era tal la demanda que habían presenciado cuando mi web se cayó en directo, que el miedo a quedarse fuera de Up and Roll hacía que me escribieran igualmente).

Fueron tantos días respondiendo correos que mi calendario saltó por los aires.

Además, yo había ofrecido 200 ejemplares del precioso libro de trabajo de Up and Roll impresos de forma gratuita a las 200 primeras personas que compraran. Pero al caerse la web, muchas no pudieron comprar en el momento, así que tuve que ampliar el plazo a todas las compras realizadas durante las siguientes horas. Eso hizo que terminara regalando casi el doble. 

Es decir, el doble de trabajo preparando cajas, el doble de trabajo gestionando envíos, el doble de costes para mí…

Para colmo, yo contaba con las semanas siguientes a la venta de Up and Roll para terminar las clases. Estaban todas grabadas, pero no editadas. La idea era que estuviera 100% terminado y accesible el módulo 1 (que es el más largo). Y que mientras las alumnas iban haciendo esas clases, yo terminara la edición de las siguientes. 

Pero ese tiempo que iba a destinar a terminar de editar las clases se me evaporó gestionando las incidencias y los emails por la caída de la web, y preparando y gestionado el doble de cajas de la cantidad que había previsto. Podría haberlo solucionado bajando mis estándares de producción audiovisual. 

Pero si ya me conoces, sabrás que eso no entraba en mi cabeza. Up and Roll es un curso exquisito y no pensaba renunciar a eso. Pero, por el camino, tuve que renunciar a mi tiempo libre y a mi descanso.

Lo de morir de éxito suena muy bien… hasta que te das cuenta de que tiene menos de éxito y más de morir.

Así que… ahí estaba yo: con muchas ventas y cero energía. Con un lanzamiento buenísimo, muy agradecida pero increíblemente agotada.

Porque puedes estar creciendo, ganando, conquistando metas, y a la vez sentirte desbordada.

Y esta situación me ha llevado a recordar, una vez más, que el éxito y el fracaso son dos extremos del mismo péndulo.

Ninguno de los dos debería definirte.

Ninguno de los dos debería tragarse a la persona que eres.

Ni el éxito te salva, ni el fracaso te condena.

Lo que de verdad importa es quién sigues siendo cuando todo lo demás se cae.

Así que ahora vayamos al otro lado del péndulo, al fracaso. Y, para ello, quiero contarte algo que viví hace tiempo. En una de esas etapas que no se te olvidan porque se te rompe algo dentro.

En esa época, estaba en plena crisis existencial. Había tenido que pausar mi negocio para ocuparme de mi salud y, al parar, había empezado a sobreanalizarlo todo y había entrado en un bloqueo del que no era capaz de salir. 

Sentía que de repente había tanta gente dedicándose a asesorar sobre Instagram, el sector se había llenado de tantos vendedores de humo que no tenía sentido seguir ahí. Pero si no era por ahí, ¿entonces por dónde? Esa pregunta sin respuesta me tenía paralizada. 

Sentía que estaba en el punto cero de mi camino, que todo lo que había hecho antes no contaba, que tenía que empezar de nuevo.

En esos días, había quedado con una persona de mi sector a la que admiro mucho mucho. Se había enterado de que había estado enferma y me propuso vernos y tomar un café.

Aunque me hacía mucha ilusión quedar con ella, estuve tentada de escribirle para cancelar la cita varias veces.

Menuda contradicción, ¿verdad?

Pero es que sin mi negocio, sin un plan, sin unos siguientes pasos, sin un camino claro, de repente, me sentía desnuda. ¿Quién era yo sin mi negocio? ¿Quién era yo en esa pausa?

No me sentía “suficiente”.

Porque no tenía un plan, ni resultados que mostrar. Porque mi negocio estaba en plena tormenta interna.

Y pensé:

¿Con qué cara me presento si no estoy en mi mejor momento?

¿De verdad va a querer quedar con esta versión mía, la versión “en pausa”, la versión en obras?

Jamás he valorado en qué momento de su camino se encuentra alguien a la hora de quedar a tomar un café. Era absurdo que me juzgara a mí misma de esa manera. ¡Pero lo estaba haciendo!

Y fue entonces cuando lo vi claro.

Me había confundido a mí misma con mi negocio, había pensado que éramos una misma cosa. Que yo era mi negocio. Que sin campañas, sin métricas, sin ventas, sin planes de futuro… yo era nadie.

Y me lo estaba creyendo.

Qué barbaridad.

Qué trampa tan silenciosa.

Qué castigo tan innecesario.

Me había identificado tanto con mi negocio y con mis logros, que me había reducido a la nada. Sin mi negocio, sin los éxitos de mi negocio, yo no era nada. Nunca me lo había dicho claramente. Nunca lo habría admitido, ¡suena horrible! Pero mis actos y mis pensamientos lo decían todo.

Fue demoledor. Pero también increíblemente transformador. Porque automáticamente conecté con la compasión hacia mí misma.

Ese día, por supuesto, no cancelé la cita.

Y aunque seguía sin plan, sin certezas, sin respuestas, me presenté igual.

Me presenté por mí.

Y aunque en apariencia solo tomamos un café en una cafetería tranquila con aire acondicionado, cuando llegué a casa, olía como si hubiera corrido tres maratones. Mi cuerpo sabía lo que me costó estar allí. Lo que estaba deconstruyendo y reparando, sin decirlo.

Tú tampoco eres tu negocio. No eres tu newsletter. No eres tu engagement.

No eres el total de ventas mensual. No eres los likes, los clics, ni los comentarios.

Eres la mujer que sigue adelante.

La que respira hondo cuando todo tiembla.

La que se atreve a mostrarse incluso cuando no se siente lista.

Eres tú.

Y eso es lo único que no se cae, ni se lanza, ni se mide. Y si alguna vez lo olvidas, vuelve a ti. A la persona que está detrás del contenido. A la que sigue aquí, cuando las campañas terminan. A la que un día soñó con todo esto y se puso en marcha.

Ni el éxito ni el fracaso te definen. El éxito no es casa. El fracaso no es exilio. Son solo estaciones del camino, no forman parte de tu identidad. Solo tú decides dónde echar raíces.

A veces, subir muy alto te aleja tanto de ti que acabas perdiéndote.

A veces, caer tan bajo te obliga a mirar de frente lo que más temes… y lo que más te salva.

No eres tu negocio… pero ¿estás dispuesta a dejar de usarlo como termómetro de tu valor?

Una cosa es saber intelectualmente que no eres tus métricas.

Otra, muy distinta, es aprender a no medir tu autoestima con los resultados de tu negocio.

Y aquí es donde muchas nos quedamos a medio camino.

Decimos “sé que esto no me define”…

…pero cuando no vendemos, nos sentimos fracasadas.

…cuando no crecemos, dudamos de nuestro talento.

…cuando alguien nos copia, sentimos que nos roban no un contenido, sino un pedazo de identidad.

Entonces, la pregunta es:

¿estás dispuesta a dejar de hacer del negocio tu espejo?

Porque si no lo eres, si eso no eres “tú”, quizá puedas mirarlo como se mira una creación, no como se mira una herida.

Pero, claro, si no eres tu negocio… ¿qué quieres ser entonces?

Si no eres tus logros, ni tu newsletter, ni tus lanzamientos, ¿qué narrativa te sostendría más allá del negocio?

Tal vez no se trate exactamente de distanciarte de tu negocio para no ser eso, sino de ampliar quién eres dentro de él.

Dejar de ser la emprendedora que lo hace todo

para volver a ser la artista que empezó jugando.

No para negar lo que has construido, sino para recuperar lo que quedó enterrado mientras lo hacías.

Porque no, no eres tu negocio. No eres lo que logras. No eres lo que falta. Eres la que sigue siendo tú en la pausa, y en la duda, y en la herida.

Eres esa parte de ti que no se mide en ventas, ni en métricas.

Se mide en coraje. Y en ternura. Y en todas las veces que te elegirías a ti misma para tomar un café.

Recuerda que también tienes la opción de escuchar estos episodios en mi podcast en vez de leerlos. ¡De hecho, te lo recomiendo porque la experiencia es mucho más potente!

Si quieres estar al día cuando haya episodios nuevos, inscríbete en mi newsletter «Hay un oso panda en mi ensalada». Al inscribirte, descubrirás por qué se llama así 😉. Y tendrás acceso a una montaña de consejos e información extra que no encontrarás aquí.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

susana_torralbo_baja-106

¡Hola, caracola!

Si es la primera vez que vienes por aquí, me presento: soy Susana, una publicista con una cámara pegada en la mano. Éste es el lugar desde el que comparto todo lo que sé sobre comunicación, marketing y publicidad (y sobre donuts, mi madre, lo divino, lo humano…). Quédate un rato conmigo; ¡las risas están aseguradas!

Suscríbete

Y consigue mi guía gratuita para aumentar tu audiencia en Instagram y convertir seguidores en clientes.

Categorías

Vente a mi escuela comunicación y marketing online y aprende sobre Instagram, storytelling, lanzamientos… con los cursos más completos y cuidados que hayas visto jamás.

¿Conoces mi curso Up & Roll?

Es el único curso en castellano que aborda el proceso completo en Instagram de principio a fin. Branding, fotografía, redacción de textos, estrategias de crecimiento…