La trampa de lo útil (y por qué decidí ignorarla)

Querida amiga, la semana pasada hice una Susanada.

Las personas de mi círculo más cercano usan este término cuando quieren decirme que he hecho algo impulsivo, dejándome llevar por el corazón sin calcular fríamente si había un modo de hacerlo más beneficioso para mí.

Eso es hacer una Susanada: actuar de manera apasionada, con el corazón en la mano, mirando por el bien del otro sin reparar en el mío.

La cara A es bonita, pero aquellos que me quieren bien saben que las Susanadas tienen una cara B en la que, muchas veces, suelo poner demasiado de mí.

La Susanada de esta semana (bueno, de las últimas semanas, porque requería trabajo y no se podía hacer de un día para otro) ha sido crear un directorio de alumnas de Up and Roll.

Desde hace tiempo, rara es la semana en la que no me escriba una marca preguntándome si puedo recomendar a alguna alumna que se haya formado conmigo para gestionar sus redes o crear contenido.

No sabes la ilusión que me hace que busquen específicamente a alguien que haya aprendido conmigo.

Entre mis alumnas hay perfiles muy diversos. Muchas hacen Up and Roll porque tienen su propio negocio y quieren aprender a crear estrategias mejores y contenido del que se sientan orgullosas.

Pero también hay una buena parte de profesionales que ofrecen (o quieren empezar a ofrecer) servicios relacionados con las redes: community managers, estrategas, fotógrafas de marca, filmmakers, editoras, diseñadoras… Ellas también se forman conmigo.

Por eso, hace tiempo que vengo dándole vueltas a la idea de crear una especie de directorio o bolsa de alumnas para que puedan aprovechar todas estas oportunidades laborales que me llegan. Pero técnicamente no era algo sencillo.

Buscaba un sistema automático, en el que yo no fuera un cuello de botella, que se alimentara por sí solo conforme las alumnas introdujeran sus datos y que estuviera siempre actualizado.

Y, para rizar el rizo, quería que fuera visual, intuitivo y que permitiera hacer búsquedas por categorías y ciudades concretas.

Casi nada.

Como imaginarás, algo así no se monta de la noche a la mañana. Hemos tenido que investigar herramientas, hacer pruebas… Y digo “hemos” porque estoy tan metida de lleno en la nueva versión de Up and Roll que he necesitado la ayuda de mi querida Isabel Ale (mi project manager y ángel de la guarda, junto con Aina) para desatascar este tema.

Inmediatamente, la pregunta que ha surgido en mi entorno ha sido: «¿Pero tú qué ganas con esto? Estás dedicando tiempo y recursos… ¿Tú qué ganas?»

¿Mi respuesta? La satisfacción de que mis alumnas tengan más oportunidades laborales. Punto.

Inmediatamente, lo han calificado de Susanada.

Y aquí abro melón.

Después de más de una década trabajando para mi propia marca, sé que, como líderes de nuestros negocios, nuestra misión es velar por su sostenibilidad. Eso implica tomar decisiones inteligentes: aumentar la facturación, evitar gastos innecesarios, vigilar la rentabilidad…

Pero me pregunto: ¿solo son inteligentes las decisiones que te reportan un beneficio económico?

¿No podemos, como marcas, hacer cosas que tengan un impacto en el bien común a la vez que seguimos trabajando en nuestros propios objetivos?

Yo creo que sí. Y me niego a creer que esto no es inteligente.

Porque, en esta vida, si aún no has entendido que esto no va solo de una misma, es que no has entendido NADA.

La naturaleza lleva millones de años recordándonos esto por mucho que nos empeñemos en ignorarlo.

Un árbol no crece solo. Su fortaleza no depende solo de su tronco, sino del entramado de raíces invisibles que lo conecta con otros árboles. En los bosques, las raíces de distintas especies se entrelazan entre sí, compartiendo agua y nutrientes, ayudándose a sobrevivir en tiempos de sequía. Cuando uno enferma, los demás lo alimentan. Porque entienden que el bien del otro garantiza el bien de todos.

¿No deberíamos hacer lo mismo?

Las abejas polinizan sin esperar nada a cambio, pero gracias a ellas existe la fruta que comemos y los bosques que nos oxigenan. Las mareas se mueven por la influencia de la luna, y los ríos terminan en el mar sin preguntarse si les beneficia.

Todo está conectado.

Si la naturaleza funciona así, ¿por qué nosotras hemos comprado la idea de que solo lo que nos da un beneficio inmediato tiene sentido?

Me encanta la estrategia. Me apasiona diseñar caminos que lleven a cumplir metas. ¡Y, de hecho, creo que soy bastante creativa e ingeniosa con eso! Pero no quiero vivir bajo la dictadura de lo útil.

No todo lo que hagas tiene que ser útil para ti.

Parece que, si algo no te da dinero, al menos debería ahorrártelo. Y si no te da ni te ahorra dinero, entonces debería traerte seguidores, suscriptores, fama.

Pero mi directorio me ha costado tiempo y dinero. No me da seguidores ni suscriptores porque se lo envío gratis a quien me lo pide sin pedirle nada a cambio. Y lo de la autoridad me suena a cascarón tan vacío que es la última de mis preocupaciones.

Sé que habrá quien piense que esto es una mala decisión empresarial. Que, si analizamos mi decisión con una mentalidad puramente numérica, alguien podría decir: «Has invertido tiempo y recursos sin un retorno inmediato».

Pero los negocios no solo se sostienen con métricas frías. Se sostienen con visión, comunidad y propósito.

Ser una buena empresaria no es solo maximizar beneficios a toda costa. Es construir algo que tenga sentido, que te haga sentir orgullosa, y que tenga una base lo suficientemente fuerte como para sostenerse en el tiempo.

Así que sí, a veces tomo decisiones que me suponen un coste y no tienen un retorno inmediato. Y aun así, me acuesto sonriendo.

Porque si alguien consigue un cliente gracias a ello, si una alumna recibe una oportunidad que de otro modo no habría tenido, yo también gano.

Gano en tranquilidad, en saber que estoy aportando algo más allá de mí. Gano una visión del mundo diferente, en la que los caminos que trazamos pueden cruzarse para bien. Gano en satisfacción, porque sé que no todo lo que vale se mide en facturas o métricas.

Porque hay proyectos que, aunque no los puedas convertir en números, te convierten, a tus propios ojos y sin importar los de nadie más, en alguien más grande.

Y si eso es hacer una Susanada, entonces desde ya advierto que vendrán muchas más.

Porque no quiero un éxito que sea un lugar solitario,

sino una mesa larga donde todas tengan su silla.

Porque no quiero medir lo que gano solo por lo que entra en mi cuenta,

sino por lo que dejo en los demás.

Y porque al final del día,

cuando nadie está mirando,

cuando no hay métricas ni aplausos,

si te acuestas sonriendo,

ya has ganado.

Recuerda que también tienes la opción de escuchar estos episodios en mi podcast en vez de leerlos. ¡De hecho, te lo recomiendo porque la experiencia es mucho más potente!

Si quieres estar al día cuando haya episodios nuevos, inscríbete en mi newsletter «Hay un oso panda en mi ensalada». Al inscribirte, descubrirás por qué se llama así 😉. Y tendrás acceso a una montaña de consejos e información extra que no encontrarás aquí.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

susana_torralbo_baja-106

¡Hola, caracola!

Si es la primera vez que vienes por aquí, me presento: soy Susana, una publicista con una cámara pegada en la mano. Éste es el lugar desde el que comparto todo lo que sé sobre comunicación, marketing y publicidad (y sobre donuts, mi madre, lo divino, lo humano…). Quédate un rato conmigo; ¡las risas están aseguradas!

Suscríbete

Y consigue mi guía gratuita para aumentar tu audiencia en Instagram y convertir seguidores en clientes.

Categorías

Vente a mi escuela comunicación y marketing online y aprende sobre Instagram, storytelling, lanzamientos… con los cursos más completos y cuidados que hayas visto jamás.

¿Conoces mi curso Up & Roll?

Es el único curso en castellano que aborda el proceso completo en Instagram de principio a fin. Branding, fotografía, redacción de textos, estrategias de crecimiento…