
Querida amiga, esta semana he cumplido años e, inevitablemente, he estado pensando sobre las decisiones que he tomado últimamente y en qué punto está mi vida ahora… incluyendo mi negocio.
Ya te conté en algún episodio anterior que el año pasado, por estas fechas, me encontraba en una gran encrucijada.
Estaba atravesando una pérdida familiar, un burnout en el negocio y, para poner la guinda al pastel, un problema de salud delicado me estaba dejando fuera de juego. Tuve que parar y enfocarme durante unos meses en mi recuperación.
Y al parar, sobrepensé demasiado y me bloqueé por completo.
No tenía ni idea de cómo retomar mi negocio, qué hacer, por qué alternativa apostar… Sentía que ante mí había 2 caminos y no era capaz de dar un paso en ninguna de las dos direcciones.
Finalmente, después de mucho trabajo personal, conseguí tomar una decisión (de hecho, en su día, te compartí en un episodio el proceso que me ayudó a tomarla) y enfocarme en ella.
En estos días reflexivos de cumpleaños, me acuerdo especialmente de esa encrucijada y sonrío mucho pensando en el camino que tomé. ¡Pero no por el motivo que quizás estés creyendo ahora!
Verás, de las dos opciones que tenía ante mí, elegí la que probablemente muy pocas personas habrían elegido. Elegí la menos inteligente empresarialmente, la más arriesgada, la menos lógica quizás…
Pero elegí la que más me conectaba conmigo. Con lo que me pide el corazón. Con lo que me nace de dentro más allá de los números y las fórmulas de negocio.
Y no es que no me interesen ni preocupen los análisis. Como toda hija de vecina, tengo una hipoteca que pagar y bocas que alimentar.
¿Pero sabes qué?
Que confío -de una forma difícil de explicar- en lo que me late dentro.
En ese trocito de magia y excelencia que se enciende cuando haces algo que amas. En esa especie de certeza visceral que no sabe explicar el cómo, pero grita muy fuerte el por qué.
El otro día, viendo Vaiana 2 con mi hija, tuve un clic mental en una de las escenas.
La protagonista estaba a punto de embarcarse en una aventura arriesgada, y tenía dudas de si tal vez debía elegir un camino más sensato. Su abuela le decía:
“No veo a dónde te lleva tu historia, pero nunca dejamos de elegir quiénes somos de verdad.”
Y esa frase se me quedó clavada en el pecho.
En esas estoy, eligiendo una y otra vez quién soy de verdad. Aunque no cuadre. Aunque nadie más lo entienda. Y dentro de unas semanas, cuando te cuente en qué he estado trabajando estos últimos meses, todo esto cobrará más sentido.
Pero estoy segura de que ya lo tiene para ti porque tú también te has sentido en esa encrucijada alguna vez. Porque tú también has tenido que elegir entre lo que parece sensato y lo que te hace vibrar. Porque tú también sabes que hay decisiones que no se toman con la cabeza ni con el Excel… se toman con las manos temblando, con un nudo en el estómago y con el corazón apuntando hacia una dirección que no siempre es la más fácil, pero sí la más tuya. Porque tú también has sentido alguna vez que ser “sensata” era traicionarte un poco.
Y es que, en el negocio y en la vida, he descubierto algo: Hay muchas cosas a las que puedes renunciar -cambios de rumbo, ideas que ya no encajan, versiones anteriores de ti misma que necesitaban soltarse-, pero a lo que te hace vibrar por dentro… no. No puedes renunciar a eso sin romperte un poco.
He aprendido -después de un año difícil, de esos que te sacuden por dentro- que no quiero un negocio que me aleje de mí.
Quiero uno que me devuelva. Que me recuerde. Que me sostenga.
Y sí, a veces amar lo que haces implica elegir un camino que, tal vez, de entrada, cuesta un poco más. Pero no tiene por qué. Me niego a creer que el Excel no quiere lo mismo que mi corazón. Soy una romántica de la vida y del Office 🤣.
En cualquier caso, y como decía la abuela de Vaiana, quizá no veo aún a dónde me lleva esta historia, pero sí sé quién quiero ser mientras la vivo.
Y tú, amiga, que me escuchas cada semana y te haces las mismas preguntas que yo… ojalá este episodio te abrace si estás en una encrucijada. Ojalá te anime a escuchar esa vocecita interna que te dice: “por aquí, aunque dé miedo”.
Porque la vida no se trata de elegir caminos que nos aseguren el éxito, sino de elegir caminos que nos aseguren fidelidad. A lo que somos. A lo que soñamos. A lo que nos espera del otro lado del miedo.
Porque, al final, la decisión más sensata siempre será no olvidarnos de quiénes somos.
Recuerda que también tienes la opción de escuchar estos episodios en mi podcast en vez de leerlos. ¡De hecho, te lo recomiendo porque la experiencia es mucho más potente!
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