¿Tu negocio te sostiene o te consume?

Querida amiga, estamos a punto de empezar el último mes del año y en estas fechas seguro que somos muchas las que reflexionamos sobre el tiempo. ¿He aprovechado mi tiempo este año? ¿He conseguido lo que quería? ¿Podría haber hecho más? ¿En qué se me ha ido el tiempo?

Vivimos en una sociedad enferma de falta de tiempo. Muchísimas personas conviven en su día a día con la sensación continua de no tener el tiempo que quisieran. Y lo curioso es que si vinimos con algo a este mundo es, precisamente, con tiempo. Cuando de verdad nos quedamos sin tiempo, es cuando nos vamos.

Pero volviendo a esta sensación tan extendida de falta de tiempo, creo que se agudiza muchísimo más en el caso de personas que trabajan para sí mismas. Parece contradictorio porque se supone que tenemos más control sobre nuestro tiempo y horarios que las personas que trabajan por cuenta ajena. Es decir, en teoría somos más dueñas de nuestro tiempo.

Pero lo cierto es que ese tiempo del que somos dueñas lo solemos destinar casi en exclusiva a trabajar. Hay estudios que sugieren que frente a las 40 horas semanales de un trabajador por cuenta ajena, un autónomo en España trabaja de media 11 horas diarias, es decir, 55 horas semanales. Insisto en que este dato es una media. Pero estos estudios advierten que solo el 16% de los trabajadores autónomos en España tienen una jornada laboral de 8 horas.

Para que entiendas la barbaridad que es esto, según la OMS, trabajar 55 horas a la semana o más implica graves riesgos para la salud y aumenta la incidencia de enfermedades cardiovasculares, musculoesqueléticas, psicosociales, ictus…

Y aún así, en la mayoría de los casos, ni siquiera nos planteamos acortar estas jornadas porque vivimos con la sensación permanente de que no llegamos.

Lo sé porque lo he vivido desde dentro durante muchos años.

Por eso, sé que para cambiar esta situación, es urgente y necesario que te plantees muy seriamente el motivo por el que no llegas. Porque es ahí donde está la base del problema. Un problema que no debería resolverse corriendo más ni, en ningún caso, trabajando más.

Cuando pensamos en estos motivos, la cabeza se nos va rápidamente al modo en que nos organizamos. Y sí, obviamente esto influye mucho y, de hecho, en los últimos días te he hablado de cómo se transformó mi realidad el día en que, por fin, di con un sistema que me permitía organizarme mucho mejor. Bueno, ¿por qué digo “un sistema”? Debería decir EL SISTEMA.

Pero más allá de esto, en muchas ocasiones hay un motivo aún más pesado. Hay un elefante en la habitación que estamos ignorando. Un elefante al que muchas veces no nos atrevemos a mirar.

Y es que muchos negocios, tal como están, no son rentables. Directamente, no generan lo suficiente dedicándoles 8 horas al día, así que la solución de muchos autónomos y pequeños negocios es dedicar tantas horas como sean necesarias para generar lo que necesitan.

Es totalmente lógico. Pero esto no puede ser una solución eterna ni a largo plazo. Porque deja de ser una solución por un pico de trabajo puntual para convertirse en la planta carnívora de nuestras propias vidas.

Tenemos que mirar de frente al elefante que está en la habitación y preguntarnos qué está pasando.

En unos casos, el problema es que no se vende lo suficiente y eso hace que no puedas invertir en delegar tareas. Por tanto, terminas asumiendo el trabajo de varias personas. ¿Cómo hacer todo eso en una jornada de 8 horas? No se puede.

En otros casos, ni siquiera es que no se venda lo suficiente, es que no nos planteamos delegar para llegar a vender lo que consideramos suficiente porque no tenemos mentalidad de invertir en el negocio. Emprendemos muchas veces para vivir de un hobby o de algo que nos gusta, sin ni siquiera entender cómo funciona una empresa. Sin darnos cuenta de que todo negocio requiere una inversión.

Precisamente por esta falta de habilidades empresariales, en muchas ocasiones también sucede que tenemos los precios muy mal fijados. Por eso, incluso aunque tengamos un buen número de ventas, no generamos lo que necesitamos y terminamos supliendo esto con más horas de trabajo.

Si suples los agujeros de tu negocio, llegará un día en que tú seas el agujero. En el que estés tan drenada y tan cansada que te sientas completamente vacía.

Pero es que, además, en la mayoría de las ocasiones tampoco tenemos educación financiera, así que cuando obtenemos ingresos no sabemos qué hacer con ese dinero. Lo dejamos parado en una cuenta bancaria o lo gastamos en vez de hacerlo crecer. Así que seguimos dependiendo de cada una de nuestras horas de trabajo para generar nuevos ingresos. Hace relativamente poco que me di cuenta de que lo que generas con tu trabajo es sólo una parte. La otra parte es lo que consigues invirtiendo un porcentaje de esos beneficios que te ha dado tu trabajo. Darme cuenta de que me estaba perdiendo la mitad de la ecuación me ha impactado mucho. Ha sido como asomarme a una realidad que desconocía por completo.

Como ves, este elefante tiene muchas patas.

Pero ha llegado el momento de dejar de ser prisioneras de jornadas interminables, de horas que no nos devuelven lo que damos.

Y aquí está la verdad incómoda: no se trata de correr más. Se trata de mirar de frente lo que no queremos ver, de preguntarnos qué estamos sosteniendo que no funciona.

Es más: tenemos que preguntarnos por qué estamos sosteniendo lo que no funciona. Por qué lo seguimos poniendo por encima de nuestras vidas.

No sé cuál es tu respuesta, pero te mereces más que vivir apagando fuegos. Mereces un negocio que te sostenga a ti, y no al revés. Y ese cambio empieza con valentía: la valentía de revisar tus precios, tus hábitos, tu mentalidad. Y, sobre todo, la valentía de dejar de asociar tu valor con el número de horas que trabajas.

No viniste a este mundo para ser esclava de lo que un día fue tu sueño. Viniste, entre otras muchas cosas maravillosas, para crear un proyecto que sea un reflejo de quién eres, no de lo mucho que te consume. Y para eso, amiga, hay que mirar de frente al caos, al desorden, a los números que no suman y a las horas que te restan. Y que te duelen.

Porque solo enfrentando lo que duele se puede construir algo que, al final del día, no solo te dé para vivir, sino que te devuelva las ganas de hacerlo.

Recuerda que también tienes la opción de escuchar estos episodios en mi podcast en vez de leerlos. ¡De hecho, te lo recomiendo porque la experiencia es mucho más potente!

 

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